2058472.jpg

La abuelita Eliana desclasificó el momento más triste y conmovedor de su vida

Autor: admin_copesa / 9 enero, 2015

La abuelita Eliana es un amor. Se merece todo el cariño que se ha ganado en MasterChef. Es la abuelita soñada. Y ahora hizo llorar no sólo a la también esforzada Leonora, sino que también a todos sus seguidores.

 

Durante la primera prueba del último capítulo del espacio de cocina, la abueli y la Leo se pusieron a conversar. Entonces, la «naná» advirtió: «yo también tengo mis historias». Y se largó a contar las penurias que pasó cuando su marido la abandonó y quedó sola con sus hijos -MIRE AQUI EL VIDEO. VAYA AL MINUTO 1.05-. Este fue su relato:

 

Leonora: «Con esto (el programa), ‘Nana’, he aprendido a cocinar mejor. No he perdido gracia en el sabor, y lo más importante, es que gracias a esto pude recuperar a mis hijos».

 

Abuelita Eliana: “Qué lindo. Que Dios los bendiga”.

 

Leonora Saavedra: «Me siento pagá, porque gracias a esto mis hijos golpearon mi puerta. Con mis hijos estuve separada tres años. Al principio esperaba una llamada de teléfono de ellos y que me digan: ‘Mamá, estoy feliz de que estí en la tele. ¡Arriba, vamos!’. Tuvieron que pasar toda esa infancia para que llegaran a mi casa a golpearme y decirme ‘mamá, estamos contigo'».


Abuelita: «Qué lindo… (se abrazan)”.

 

Leonora: «¡Ya poh, Nana, no quiero llorar!».


Abuelita: «Yo también tengo mi historia. Soy de una familia numerosa. Yo soy la mayor. Todos mis hermanos viven bien, tienen educación. Soy la más pobre de todos y ahora, con esto, me llaman por teléfono y me felicitan. Y yo pasé todos mis problemas sola, cuando mi marido me abandonó. El me dejó con mis hijos sola y tuve que trabajar, y nunca había trabajado antes. Empecé trabajando de empleada, porque era lo único que sabía. Pensé ‘tengo que darles de comer a mis hijos, y es lo único que sé hacer, y quiero dárselos honradamente’, porque respeté a mis hijos hasta la fecha.

 

“Desde cuando me separé, no he tenido a ningún hombre hasta la fecha. Nada, nada, ni amigos, ni ninguna cosa. Me dediqué solamente a ellos, porque se merecían mi respeto. Dije ‘qué voy a hacer si tengo que darles que comer’, y sólo era dueña de casa y sabía cocinar. Así es que empecé de empleada doméstica y comencé en varias casas, pa’ allá pal barrio alto.

 

«La gente me quería montones. Si tenía problemas, me ayudaban. Uno de los problemas más grandes que tuve con mis hijos fue la parte económica. Una vez no teníamos escoba ni pa’ barrer y teníamos una estufa de parafina, y ahí yo les cocinaba. Ahí, en la noche, les dejaba el almuerzo para que mis niños fueran al liceo. Yo también tengo mi historia, pero la mía comparado con muchas otras historias, es chiquitita, muy chiquitita. Los seres humanos lo que más necesitamos es amor, porque en el amor uno pasa muchas cosas. Claro que hay distintos tipos de amor. Vamos a decir que el amor es más fuerte, como Juan Pablo II (ríe)… Todavía digo que me puedo ganar un plato de comida, porque a donde yo voy a lavar platos».

 

Leonora: «Mira, Nana, si no nos ganamos el premio, voy a hablar con el alcalde de La Pintana para que armemos un carrete y nosotras nos ponemos a cocinar. ¡Voh gritai los sanguches de potito y yo me voy con las sopaipillas con pebre!¡Estamos daos! (se matan de la risa)»

 

Abuelita: «¡Qué rico!»

 

Leonora: «Oye, qué llorona la receta. ¡Me hiciste llorar, Nana!».

 

(Las dos se tapan la cara y se ríen).