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Con el Agua al Cuello: Las "Tutis" intentan andar en micro y la joven Valentina y su madre escuchan los consejos del asesor Ricardo Ibáñez para trata de salir del pantano. IMAGENES TOMADAS DE PANTALLA / CHILEVISION

CRITICA: El magnífico y aterrador retrato de chilenos sobreendeudados en Con el Agua Al Cuello

Autor: Cristián Farías Ravanal / 14 enero, 2016

“Hay olor a gente común acá”, se queja con menosprecio la “Fran”, parada a un lado de la Plaza de Armas, en pleno centro de Santiago. La “Fran” es una de las amigas que vive con la “Tuti”. Y la “Tuti” es una chica de 30 años que arrienda un departamento por 690 mil pesos al mes en el “barrio alto”, donce vive con la Fran y con la “Jose” –MIRE AQUI EL VIDEO-.

La «pelolais» se van a pasarlo bien a Brasil, después a Pucón y luego se gastan 109 mil pesos en una pasada por la tienda de ropa juvenil Forever 21. Hay un solo problema: Las tres amigas están cesantes hace rato, viven a costa de tarjetas de crédito y la Tuti tiene una deuda bancaria de 5,3 millones de pesos.

Entonces interviene el abogado Ricardo Ibáñez, el severo asesor financiero de Con el Agua al Cuello, quien trata de encausar y sacar del infierno a gente sobreendeudada como la Tuti en este programa de Chilevisión.

Anoche el espacio mostró de manera cruda, fría, el mundo de santiaguinos con deudas millonarias y sueldos que se les hacen agua. Cobradores que llaman una docena de veces al día. Hijos, esposas, parejas que sufren, lloran ante la impotencia de ver a sus seres queridos que siguen en el pantano de gastar lo que no tienen. Adictos al consumo, estancados en el problema.

“No puedo bajar de pelo. No me veo viviendo en otra parte que no sea acá”. “¿Andar en micro? ¡No! Andar en micro es mucho”. “Antes muerta que sencilla”. Estos son algunos de los reclamos de la Tuti ante las medidas que le impone Ibáñez. Incluso, la única vez que toma micro, la Tuti se marea, porque el bus se mueve mucho.

El abogado termina furioso porque las amigas del barrio alto no le hacen caso y hasta le cortan el teléfono. “¡Esto es inconcebible!”, exclama don Ricardo, malas pulgas, pero vehemente en su intento por ayudar.

Paralelamente, y también en el centro, la adorable Valentina, una escolar de 16 años con promedio 6,5, va llegando a su departamento y debe entrar al baño con una linterna, porque tienen cortada la luz.

En este hogar de pintura mal tenida y pasado a cigarro vive la familia Avendaño. Los cuarentones padres ganan en total $ 800 mil y tienen una deuda por cerca de 8 millones.

Iván Avendaño, el papá, paga la luz y le cortan el gas y, aún así, no puede salir de su círculo vicioso. Su menú diario: dos cajetillas y media de cigarrillos, una bebida cola de dos litros y montones de comida que se pudre en el refrigerador, porque el hombre tiene un trauma con la falta de alimentos debido a una niñez muy humilde.

En Con el Agua al Cuello no hay drogadictos. Sin embargo, sus historias parecen de ese tipo. El programa podría tener mayor producción, mejor edición. Pero su tremendo encanto radica en que es un espejo que devuelve una imagen escalofriante, sin adornos y sin final feliz –la Tuti y la familia Avendaño terminaron apenas encaminados- a tantísimos chilenos que viven el mal del sobreendeudamiento.

La esperanza solo la pone la voluntad de personas tan inspiradoras como la jovencísima Valentina, que resiste sin luz, sin agua y sin los $ 2.500 para una visita a la USACH por su excelente desempeño en Química. No reclama. Lo único que ella quiere es una familia feliz y lucha por ello.