Glamorama
Lucho Jara en una imagen de archivo tomada de la pantalla.

Lucho Jara desclasificó duro episodio: Quedó preso por un atropello con desenlace fatal

Autor: C. Z. / 10 julio, 2018

La sección “confesiones matinales” se ha transformado en el momento donde los animadores y panelistas del Mucho Gusto se sinceran. Este lunes hablaron de “situaciones extremas” que cada uno ha vivido. Y la más impactante fue la que contó Lucho Jara.

El animador recordó un episodio que nunca ha podido olvidar. Hace 33 años atropelló a un indigente que, según el conductor, iba en estado de ebriedad y cruzó la calle en un paso no habilitado. El accidente terminó en un desenlace fatal. Jara permaneció tres noches preso.

Lucho desclasificó los detalles de la historia en el matinal, donde además reveló lo que ocurrió con un familiar de la persona muerta tras el accidente:

Lucho Jara: “Yo me estaba acordando de algo que me sucedió, que lo conté una vez someramente, y son de aquellas cosas que te marcan para la vida. Yo no sé si a ustedes, en algún momento determinado, los han llevado presos, los han detenido”

Paty Maldonado: “Yo, muchas veces. Me he ido en cana muchas veces”

José Miguel Viñuela: “Yo solo en accidente donde he chocado en algún minuto”

Jara: “Fíjate que tenía 20 años y venía manejando por la avenida Santa María un Fiat 147 punta tiburón. ¿Lo recuerdan? Con chupete incluido y todo. Y en ese tiempo, un cabro que tiene ese auto de verdad que se siente en la gloria. Y bajo, seis de la tarde, a una velocidad bastante prudente. Yo venía con el director de EMI en ese entonces. Y de repente veo un señor que venía curadito, a plena luz del día. Antiguamente la avenida Santa María bajaba, tenía una pendiente, y yo, como conductor inexperto, trato de esquivarlo hacia la derecha, pero el señor me sigue la ruta. Luego se ladea hacia el otro lado, se ladea hacia el otro lado, se ladea hacia el otro lado, y lo atropello.

“El caballero cae en el vidrio de mi auto. Y roda y cae al piso. Se azota contra el cemento”

Ivette Vergara: “¿A qué altura de Santa María es esto?”

Jara: “Como a la altura del Mercado Central. Entonces yo me paralizo, se genera una batahola alrededor. Inmediatamente me bajo para ver a este caballero y le pregunto ‘señor, ¿usted cómo se llama?’. Estaba consciente. Pero cuando yo trato de moverlo, el señor estaba quebrado completamente. Mi sensación de angustia fue tan grande que me quedé paralizado y de rodillas en el piso, al lado de él, así (pone el rostro shockeado), sin decir nada.

“Llegó un furgón de Carabineros y me dice ‘te piteaste a este señor’. Y miro hacia arriba, enfrento al Carabinero y el Carabinero había sido mi compañero de curso de toda la Preparatoria. De primero a octavo básico habíamos sido compañeros de curso. Ezequiel Rivas, si me estás viendo, para que constate que esto es verdad.

“Me dice ‘cagaíta’. Me dice ‘alcoholemia, comisaría, tranquilo’. No me puse a llorar. Pensé inmediatamente en mi papá y en mi mamá. 20 años, hace 33 años atrás, de verdad éramos otros jóvenes, muy distintos a los de hoy día. Yo no venía bebido y el señor era un indigente, pero eso no aminora la causa.

“Me suben al furgón, me olvido de mi auto, el señor de la EMI se toma un taxi y se va a buscar abogados, me voy a la comisaría. Me sientan, me toman una declaración, me siento y me dicen ‘te tení que quedar, es viernes, te tení que quedar aquí toda la noche’. ¿Querí hacer un llamado telefónico? ‘Papá, mamá, estoy en la comisaria. Atropellé a un señor’. Llegan en la noche a verme, me pongo a llorar cuando veo a mis papás. Dicen ‘¿lo podemos llevar a la casa?’. Y dicen ‘lamentablemente, señor, su hijo, y lo vamos a tratar con cariño, pasa ahora y lo tenemos que llevar al juzgado a dar la declaración a la actuaria’. Y yo pensé que la actuaria era la persona que te pegaba con un látigo, una especie de tortura, me imaginé cualquier cosa.

“Me subieron al otro día. Llegó hasta verme Myriam Hernández con sus papás. Me llevaron en una especie…”

Begoña Basauri: “Pero Lucho, ¿la noche del viernes la pasaste en un calabozo en la comisaría?’”

Jara: “La pasé en el calabozo. Había más gente. Pero me trataron súper bien. Llegué al juzgado, me suben, doy la declaración a la actuaria y afuera aparece un abogado y una abogada. Trataron de apelar, para que me sacaran de inmediato, y no me pudieron sacar. Entonces, yo empiezo a sudar y me dicen ‘Capitán Yáber’, y yo pregunto ‘¿qué es la Capitán Yáber?’. ‘Es una cárcel que está aquí, en Rondizzoni, creo, por ahí. Me suben al auto policial y llego a la cárcel.

“Cuando llego a la cárcel, me meten en una especie de sección especial, porque hay unos presos que están por delitos más graves, otros por delito económicos, y estamos aquellos que hemos tenido delitos de este tipo. Y me encierran ahí. Me tiran un plato de lentejas. Y me empezaron a llegar mensajes de los otros presos, porque yo ya había estado en el Festival de Viña… Me quedo en un rincón y estuve viernes, sábado y domingo. Y el lunes lograron soltarme. Salgo de la cárcel, mis papás me están esperando afuera”

Basauri: “Lucho, perdón, ¿viernes, sábado y domingo cuclillas en tu rincón y no te moviste de ahí?”

Jara: “Durmiendo entre comillas, porque las amenazas llegaban. Eran amenazas que tenían que ver, se supone, con cosas que pasaban. El día martes tenía que tomar un avión a Colombia a representar a Chile en un festival. Y llego el lunes a mi casa, me siento en la cama, mis papás tratando de contenerme, y yo…”

Vergara: “Difónico”

Jara: “Empiezo a hablar así (imita voz de difónico). Y digo ‘¿qué hago?’ y llamaron a mi profesor de canto. Llegó Ricardo Álvarez. Trató de que yo hiciera ‘na, na, ná’. Y tenía que ir al festival. ‘No vaya, mijito’. ‘¿Cómo no voy a ir? Primer festival fuera de Chile. Llego al aeropuerto y me encuentro con mi compañero de curso que me detuvo, que estaba esperando a su mamá que venía de Europa. Y me dice ‘Lucho Jara, weón, ¿dónde vai?’. ‘Voy a Colombia’. ‘¿Con esa voz, weón?’. ‘Espero que allá se me quite’. Y de repente me dice ‘¿te cuento? Murió el viejo”

“¡No!”, exclamó el panel.

Jara: “Por Dios. Así, tal cual. Yo me quedo pensando. Y me dicen ‘queda vivo y te sacan el alma’”

Paty Maldonado: “Pero igual dramático”

Jara: “Yo no tenía ninguna sensación de alivio. Yo sentí que había cometido un asesinato. Mi sensación fue que él, desde lo práctico, me dice esta frase que a mí, al contrario. Me voy en el avión peor. Mis papás insistían: ‘No vayas, no vayas’. Y fui. Llego a Colombia y sigo medio difónico”

«Pasa todo esta cuestión. Y yo preocupado por el señor a quien había atropellado. Y llamo a mi amigo carabinero. Estaba preocupado por la identidad de él. Me dice ‘este señor indigente no tiene familia, es un señor que estaba evidentemente en estado de ebriedad. Tú vas a tener que firmar todos los meses hasta que, supuestamente, van a sobreseer esta causa. Pero vai a tener que firmar todos los meses hasta que se determine tu inocencia’.

«Y no me vas a creer lo que me pasó, como corolario de esto. Tocan el timbre de mi casa. Un hermano natural del caballero apareció, porque el vehículo tenía seguros contra terceros, y había un pago. En ese tiempo eran 400 lucas, el año 86. Toca el timbre y aparece un señor que yo no conocía y dice ‘¿estará el señor Luis Jara?’. Y mi mamá dice ‘¿de parte de quién?’. ‘Yo soy el hermano del señor  que atropelló su hijo’. ¿Qué te imaginai que va a hacer en ese momento?»

Joaquín Méndez: «No, que te va a pegar»

Maldonado: «No, va por plata»

Jara: «Lo que va a rematar aquí es para la risa, pero lo juro que es verdad. Don Emilio equis, creo que el apellido era Jara también, el hermano natural. Este caballero era de una humildad franciscana. Y mi mamá le dice ‘momentito, ¿qué es lo que anda buscando?’. El caballero venía con una canasta con huevos de campo y un fajo de cupones del, aquel entonces, Laurel de Oro. Y dice ‘señora, en mi vida he recibido una plata como la que he recibido’. Se la pasaron. ‘Sé que lo que yo voy a hacer no es correcto, pero sé que no le puedo agradecer a su hijo que haya pasado esto, pero yo sé que su hijo es una buena persona. Y le traigo de regalo una canasta de huevos de campo y un fajo de cupones para el Laurel de Oro. Este señor terminó sentado en mi casa contándome la historia de su hermano que no era reconocido. Y yo le empecé a contar cómo pasó todo.

«Se va este señor y yo le digo a mi mamá ‘¿sabe qué? Yo no le voy a dar ningún crédito a esta weá de la tierra del cementerio. Esto me tenía que pasar como aprendizaje de 20 años, o sino no podía manejar el éxito. Esta era una cuestión que tenía que pasar. Tenía que cruzar en mi vida'»