Glamorama
Gianella Marengo en una foto que compartió en su Instagram @giamarengo en abril pasado.

«Amo cocinar… Mi vida gira en torno a la cocina, me fascina, me encanta, es un placer»: las clases de Gianella Marengo

Autor: C. Z. / 15 octubre, 2020

“Soy una cerdita. No vengo aquí a hablar de alimentación ni nada”, le dijo Gianella Marengo en tono lúdico a Angélica Castro en el espacio Velvet al Desayuno, que se emite en vivo por instagram.

Marengo se refirió a la cuarentena, su trabajo en las redes sociales y habló de su gusto por los platos italianos y las clase de cocina que da por instagram.

Así siguió la conversación:

Angélica Castro: “¿Pero haces ejercicio?”

Marengo: “Ahora no. Necesito, te juro. Estoy súper, súper, súper floja desde marzo. Me ha costado demasiado hacer deporte. Tengo todo pero me cuesta.

“Me gusta muchísimo comer, muchísimo. Disfruto la comida. Me gusta mucho cocinar. Esa mezcla no se si es buena, mala o pésima, pero amo cocinar. Cocino todos los días de mi vida, me doy un tiempo, más salado. La repostería es exacta, son gramos, perfección y eso conmigo no va. Yo soy al lote, un pichintún, una cosita, una puntita, un espolvoreado. Conmigo esa perfección no va, por lo tanto, la repostería no es lo mío.

“Sobre todo la comida italiana, la amo, olvídate. Mi vida gira en torno a la cocina, me fascina, me encanta, es un placer. Tomar una buena copa de vino con una rica pasta para mí es la perfección del mundo, ojalá todos los días.

“Mis desayunos son power. Me gustan. Pero rescato algo positivo de lo que como: son productos naturales. ¿En qué sentido? Que el pan me gusta con masa madre, bien fermentado. La masa madre, al estar un poco más fermentada, son como las pizzas italianas, que son bien infladitas, que vienen ya fermentadas por lo que la proteína de la levadura no es tan pesada, está un poco más inflada, pierde glúten.

“Acá se pide la pizza para compartir, el italiano se pide una por cabeza. ‘Somos cinco, cinco margaritas’. ¿Por qué? Porque la pizza es aireada, es liviana, no es esa pizza que te comes dos triangulitos y quedas hasta acá”.

Castro: “¿Y cómo te tomó la pandemia?”

Marengo: “Yo encontré que la pandemia era lo mío. Estoy feliz… O sea no feliz, no puedo estar feliz, pero me acomodó mucho el tema de estar en mi casa, de no reencontrarme, porque a pesar de que soy una persona súper extrovertida y me gusta mucho la vida social, sí amo estar en mi casa con mis bichitos, escuchar música, tengo vinilos, me fascina. Soy muy de casa, aunque la gente no lo crea.

“El tema de las fiestas lo dejé hace siete años. Me carga eso de que la piscolita te chorrea. Eso lo dejé hace mucho tiempo. Obviamente rico ir a bailar un día con un grupo de amigos, pero chiquitito. Pero la cosa masiva me molesta.

“Hice de todo. Me puse a hacer clases de cocina. Tengo un grupo de 80 personas que deben estar por ahí mirando e hice clases de cocina a cinco lucas y te juro por Dios que llenaba todos los días. Hice jueves, viernes y sábado y tenía 30 personas diarias.

“Me di cuenta que tenía mucha paciencia, porque cuando uno hace una clase de cocina, ‘¿cuánto es?’, ‘¿cómo dijiste?, ¿Cuánto es 100 gramos…?’ Fue demasiado lindo ese período de cocina, que lo tengo que retomar.

“Tengo chicas y chicos de todos lados, gente de Atlanta, de Colombia, chilenos que viven por el mundo, súper simpático el grupo, conversamos. Yo creo que era mi grupo más activo de WhastApp porque hablábamos muchísimo. ‘Una oferta de unos traguitos acá’, ‘bajó el parmesano’, eran datos de cocina muy simpáticos.

“También aprovechamos de apoyar a los emprendedores. Ellos mismos eran los emprendedores como yo lo soy, haciendo estas cosas, reinventándose. Me atrevo a decir que fui una de las primeras que empezó a hacer clases de cocina. Era muy raro verlo online.

“Fue una idea que salió de las mismas personas que me comentaban. Yo siempre subo mis platos. ‘Gia, la receta…’ Dije ‘¿cómo lo hago?’. Aparte que estar dedicado a escribir una receta en un post es harta pega. Imagínate escribir por cada vez que cocinaba. No, prefiero explicarlo, prefiero mil veces decirlo. Y así pasó.

“En un momento hice una pregunta. ‘¿Quieren que haga clases de cocina? ¿Quieren de verdad aprender a hacer un risotto como lo hacen los italianos?’. Porque me fui por ese lado, porque es un plus, porque las recetas de verdad están en italiano. Ese era mi beneficio, que yo podía explicar una receta de verdad con los ingredientes como se hacen en Italia”.