Los peores regalos del «amigo secreto» de los famosos
Abrir el regalo del «amigo secreto» frente a los compañeros de trabajo, que sea un obsequio desubicado y quedar en vergüenza frente a todo el mundo, es una pesadilla que han vivido los rostros de la televisión –MIRE LA VERSION IMPRESA DE ESTA COLUMNA DE GLAMORAMA EN EL DIARIO LA TERCERA-.
“Me regalaron una película porno y un rollo de papel confort. Quien me lo dio era al que yo le regalaba. Yo le compré un libro increíble de Periodismo. Todos quedaron plop y se produjo un silencio muy incómodo», recuerda Eduardo Fuentes. «Hasta que dije ‘¡cómo se te ocurre regalarme esta película! ¡Si todos saben que ya la vi!’. Risas y pasó piola su mal regalo”.
A Karen Bejarano el presente le explotó: “Para un amigo secreto, en verano, me llegó un guatero de esos que se calientan a electricidad. De pintamonos lo quise probar y fue horrible, porque explotó. Básicamente no era de buena calidad».
El abogado Daniel Stingo, de Mucho Gusto, cuenta que “me regalaron un juego de dados que son para el cacho. Pero el cacho no venía. Puse cara de asombro. Muchos se reían. Creo que confabularon para ver mi cara. Eran como 18 dados y yo decía ‘¿qué hago con esto’”.
Al chef Miguel Valenzuela, más conocido como «Serrucho» en el matinal de Mega, lo sorprendieron: “Me llegaron estos secadores de platos que pones al lado del lavaplatos. No sé. Quizás quisieron darme un mensaje para que me pusiera a lavar los platos de la casa. Fue un amigo y quedé preguntándome ‘¿qué onda?’”.
Eduardo de la Iglesia comparte: «Una vez a todos los hombres de un matinal en el que trabajé nos regalaron calzoncillos de la misma marca, en diferentes colores. Y como estábamos en un restaurante, en la comida del amigo secreto, decidimos ponernos los calzoncillos en la cabeza y comer así, en señal de protesta».
El amigo secreto de Juan Pablo Queraltó le dio «unos chocolates que estaban vencidos ¡y con musgo! Probablemente se le olvidó, pescó un chocolate de su despensa y estaba malo». Mientras que con Daniel Fuenzalida también se desubicaron: «El primer año después de mi rehabilitación, me dieron una botella de vino tinto con dos copas. Era no cachar nada. Me hice el gil un rato y se lo pasé a un compañero de trabajo».