«Me quitaron mi casa, mis muebles, me quitaron todo, todo a remate… Y yo no pude ni siquiera sacar a todos mis perros», recuerda Paulina Nin
“Había ropa en mi clóset, ropa mía, habían fotos de mi madre, había una bodega llena de cosas y no pude sacarlas. Y el viejo, anda a saber tú, las vendió, las regaló, las botó, no sé lo que hizo. Y quedé en la calle», cuenta Paulina Nin sobre los problemas económicos que ha enfrentado y que partieron en 2002, cuando fue estafada por el llamado «contador de las estrellas».
En 2002 se descubrió que el contador Luis Cajas estafó por más de mil 400 millones de pesos a sus clientes, entre ellos Nin, Roberto Artiagoitía «El Rumpy», el director de cine Cristián Galaz y los actores Malucha Pinto, Daniel Alcaíno y Daniel Muñoz.
La animadora de 61 años relató lo siguiente en De Tú a Tú, programa conducido por Martín Cárcamo:
Martín Cárcamo: “Tú llegas a un momento muy importante de tu carrera, por otro lado ayudando a mucha gente y por otro lado a ti te estafan. ¿Con cuánto te estafa el contador?”
Paulina Nin: “La condena de él para pagarme a mí eran como 158 millones. Salió la condena, él estuvo preso un año en Colina 1, después le dieron cuatro años de libertad vigilada, porque son delitos de papel, no mató a nadie, justicia chilena”
Cárcamo: “¿Recibiste algún peso?”
Nin: “Ninguno. Porque él dijo que se había gastado toda la plata que se había llevado de todos nosotros, porque no me estafó a mí nomás. Me giró como 300 boletas, entonces me dejó con una tremenda deuda en la Tesorería General de la República.
“Yo empecé desde el año 2014 a luchar por una incobrabilidad. Imagínate, desde el 2014. He conocido cuatro tesoreros de la república. Y no pasaba nada. Hasta que me di cuenta a través de una abogada, que me dijo ‘lo suyo está prescrito’.
“Y después vieron que no me podían quitar nada más. Me quitaron mi casa, me quitaron mis muebles, me quitaron todo, todo a remate. Se metieron, hicieron arreglines entre un abogado, un cliente, y de repente remataron la casa en 153 palos.
“Y yo no pude ni siquiera sacar a todos mis perros, salí con ocho perros, y cuando entré a la casa a buscar el resto de cosas, el viejo me dijo ‘usted no puede sacar nada más de aquí, porque esto ya no le pertenece’. ‘Sí, pero cómo retiro a mis animales’. ‘Retírelos a través del juzgado poh’.
“Había ropa en mi clóset, ropa mía, habían fotos de mi madre, había una bodega llena de cosas y no pude sacarlas. Y el viejo, anda a saber tú, las vendió, las regaló, las botó, no sé lo que hizo. Y quedé en la calle.
«Mi hijo ya vivía con unos compañeros en un departamento en Providencia, mi hija estaba estudiando el último año de su carrera, entonces se fue a vivir con su hermano.
“Yo ya me había separado del Zúñiga, entonces me fui a vivir a Casas Viejas y ahí literalmente viví en la casa como del cuidador de la parcela, donde mi cama la tuve que poner en el living, porque no me cabía en las piezas.
“La mitad de las cosas que pude sacar de mi casa del Arrayán las tenía abajo de un galpón. Y cero ingreso. Me ofrecieron un programa de radio en Melipilla, y me iba todos los días de Casas Viejas, Puente Alto, a Melipilla.
“El dueño de la radio se fue con la plata de todos nosotros a Argentina, no me pagó nunca. Me puse a vender mis cosas, principalmente ropa, carteras y zapatos. Yo tenía la trácala de carteras Louis Vuitton, Hermès, zapatos de marca. Así que llamaba a mis amigas y las empecé a vender.
“Y yo calleuque el loro nomás. Porque no le iba a crear problemas a mi hermana. Mi hermana sí un día me llamó y me dijo ‘oye, esa no es tu voz, estoy preocupada. Tú me mantuviste años cuando nosotros quebramos, llevabas mercadería, pagaste el nacimiento de mi hija, así que ahora acepta’.
“Me dijo ‘primero quiero que te vea la sicóloga’. Y me ayudaron mucho, porque estaba con una depre, pero yo nunca permito que la depre me tire al suelo. Más encima con la enfermedad que tengo, no puedes.
“La sicóloga me empezó a trabajar el tema de hacerme cargo de mí, no de mis cosas, no de donde yo viviera, sino que de mí, de lo que sentía, de lo que me dolía. Yo siempre me preocupé de los demás, de que mis hijos no vieran problemas, de ayudar, ¿pero yo?
“Mi hermana me celebró un cumpleaños en su casa y mi cuñado dijo ‘ahora que están todos, quiero decirles algo, a esta mujer nunca le hemos preguntado si necesitaba algo. Nunca. Toda la familia era ‘la Paulina soluciona, la Paulina paga, la Paulina consigue’. Y nunca nos hemos preocupado de lo que ella necesita’. Yo le agradecí mucho, porque no me había dado cuenta. Y él lo hizo”.