«Dijimos ‘ya, lancémonos’. La primera noche cag… la caldera. Al otro día explotaron cañerías», recuerda Yazmín Vásquez sobre la primera semana de su emprendimiento hotelero que hoy la tiene «chocha»
«Estoy chocha, porque ha costado tanto», cuenta Yazmín Vásquez sobre su emprendimiento hotelero en Pucón.
La comunicadora y panelista del programa Juego Textual, en Canal 13, trabajó durante años en la iniciativa que en la actualidad está funcionando a full.
Durante una entrevista en el sitio TiempoX, Vásquez relató los inicios del proyecto:
«Las lucas, que es el tema más importante, que uno no lo piensa cuando se te ocurre esta idea. No dimensioné que cuando uno piensa en una cama, no es una, sino que son 20 camas. Cuando piensas en un velador, no son dos, son 50. Todo se multiplica. Las lucas nos ha fregado un poco al principio.
«Después vino la pandemia, que no existía ninguna posibilidad de haberlo abierto. En ese intertanto se dio la opción, mientras este hotel estaba casi listo, de abrir uno en Pucón.
“El primer apart hotel que hubo en Pucón, que estaba pero hecho bolsa. A mi viejo se le ocurrió la idea, nos dijo ‘¿por qué no remodelan esta cuestión? Podría quedar bacán’. Pero estábamos como a siete meses del verano. Nosotros no entendíamos mucho el funcionamiento de cómo se mueve el turismo en la zona.
“Yo no sé cómo funciona un hotel, aparte de haber sido huésped alguna vez. Uno dice ‘huésped’ ahora. Uno no dice ‘pieza’, dice ‘habitación’. Yo antes decía ‘oye, anda a ver la ‘pieza’ 4’. ‘No, que ordinaria, uno tiene que decir ‘la habitación’’.
“Dijimos ‘ya, lancémonos’. Y llegamos con el hotel abierto al 15 de febrero, lo cual era casi un fracaso, porque era el final del verano. Y tuvimos que abrir sin hacer una marcha blanca, porque teníamos que recuperar las pocas lucas en esas dos semanas que quedaban de verano.
“Y nos pasó todo. La primera noche cagó la caldera y no había agua caliente para ducharse. Justicia divina, Dios es tan grande, que ese día domingo hubo 34 grados y solo dos personas se levantaron muy temprano, antes de que lográramos arreglar la caldera. Pero nadie lo tomó a mal, sino que diciendo ‘pucha, el agua me salió tibia, véanlo’.
“Al otro día explotó todo, cañerías, fue horrendo. Al tercer día se levantó viento y se despegaron todas las latas, toda la cubierta del hotel. Andrés (su marido) me manda una foto y yo veo a alguien afirmando una lata gigante que cubre el hotel. Le digo ‘negrito, que bueno que te fue a ayudar alguien, que llegó el maestro’. Me dice ‘no. Es un huésped que escuchaba este ruido de las latas y me vio urgido, solo, y me dijo ‘te ayudo’’.
“Al otro día colapsados de sábanas y toallas, no nos daba a basto nuestra lavandería. Repartiendo por las casas de amigas bolsas, ‘lávame eso y sécamelo, porfa’. En la casa de mi mamá. Hice como 27 baños en un día, porque había que limpiar, hacer la cama. Y tienes que andar con lupa mirando que no caiga un pelo, que no haya nada sucio.
“Los que viven en el sur saben que el 28 de febrero se apaga y se van todos. Y cuando te digo ‘se van todos’, se va hasta Cristo, no llega nadie. Yo ahí quedé con angustia, ‘esta es la vida real que voy a tener de aquí en adelante’. No vino nadie. En abril y mayo no llegó nadie al hotel.
“Nosotros decíamos, casi pelando, ‘oye, que flojos, ¿por qué la gente cierra en abril y mayo?’. Abren para el fin de semana de Semana Santa y de ahí cierran mayo y junio. ‘Que locos, nosotros dejemos abierto, porque va a venir toda la gente a nuestro hotel’. Nadie. Cero. No llegó nadie. Debe haber llegado un pasajero en un mes.
“Nuestro fuerte empieza en vacaciones de invierno, para el 18, para los feriados largos, el verano y pare de contar”.