Isidora Ureta recuerda a su madre fallecida cuando ella era muy pequeña: «Se hizo terapia de barro, con los monjes de Brasil, fue a Dallas, a los mejores hospitales… O en Viña, donde se metía dentro de las dunas calientes»
“Cuando crecí y me llegó mi primera regla, uno sí se cuestiona cuando es chica qué pasó con mi mamá. Por qué le vino este cáncer, qué la llevó a eso. Y ahora, sobre todo con el Día de la Madre, subí una foto de mi mamá y me empezaron a escribir compañeras de curso de ella. ‘Oye, yo era compañera…’»
Estas fueron parte de las palabras con que Isidora Ureta recordó la temprana muerte de su madre, Paulina Fischer.
La surfista y figura televisiva del programa Abrazo de Gol, en el CDF, se crió con su papá, Emeterio Ureta, tras el fallecimiento de su mamá, víctima de un cáncer.
Esta semana Ureta se contactó con Al Desayuno, espacio que Angélica Castro transmite en vivo a través de instagram de Velvet. Este fue el relato de la deportista:
“Mi papá como que cambia todas las fechas y las etapas. Me dice ‘tu mamá se murió cuando tenías un año. Yo me quedé contigo cuando tenías un año’. Y le digo ‘pero papá, yo alcancé a ir a prekinder’.
«Entonces, como que se le cambia todo. Lo único que me sirve son las amigas de mi mamá, que se acuerdan realmente de las etapas de ellas y que me pueden reconectar con eso. Mi papá no cacha una… Tenía 33 años.
“Los borré todos (los recuerdos). Como que en un momento me acordaba. De hecho, si tú me preguntas, esta cuarentena me ha hecho entender que algo voy a tener que hacer yo porque perdí la memoria en muchas etapas de la vida. Yo no sé si es porque ha sido súper intensa, con muchos movimientos, que viajaba, que me quedé chiquitita con mi papá, y que mi papá trataba de borrar ciertas cosas para que estuviera feliz.
«Toda mi infancia del colegio, nunca me acuerdo de haber visto a mi papá triste. No me acuerdo del funeral. Nada de esas cosas. Borré todo eso. Y hay muchas cosas más adelante, de más grande, que las he ido borrando y no sé por qué pasa eso. Quizás para tratar de quedarme con lo mejor.
“Ella estaba súper cansada y no quería jugar conmigo. Pedía que, por favor, a las amigas o las tías, como que me pasaba todo el rato.
«Era no sé si triste, porque no la entendía en ese momento, pero yo trataba de ponerme encima de ella y agarrarla, tipo monito, y ella estaba llena de catéteres, de porotitos. La pasaba a llevar y ella ya estaba en las últimas.
“Desde que me tuvo hasta que se fue, estuvo siempre con la enfermedad. Para mí fue súper difícil el poder acercarme.
“Ella se hizo terapia de barro, con los monjes de Brasil, fue a Dallas, a los mejores hospitales de esa época, hace muchos años atrás, y tuve que acompañarla a Estados Unidos. La veía embarrada. O en Viña, donde se metía dentro de las dunas calientes.
«Puras terapias que tratamos que le hicieran bien. Mi papá trataba de mandarle las cartas a los monjes de Brasil, que en un momento sí la sanaron.
«Eso era complicado, pero a la vez es lo que me hace ser fuerte hoy en día. No lo tengo tan, tan latente, pero viví eso. Digo ‘ya viví eso, ya tuve eso’. Ahora todo va a ser más positivo de lo que fue”.