La historia tipo «Cementerio de Mascotas» de Jorge Zabaleta: «Mirando el cadáver del gato (de la vecina) digo ‘¡¿qué hago…?!’ Agarro al gato, tina, agüita caliente y lo baño. Quedó blanquito…»
“Cuando yo llegué a vivir al Arrayán, las casas acá no tenían división. La casa de al lado se arrendó y llegó a vivir una señora que tenía un gato angora, pero blanco. Lo agarrabas así y era de este porte. Y el pelo así. La cagó. Y yo como siempre he tenido perros, entonces lo único que querían era servirse al gato…»
Así partió la historia que Jorge Zabaleta contó en Socios, espacio que Pancho Saavedra emite por instagram.
El actor compartió un relato que el animador comparó con la famosa película del año ’89 Cementerio de Mascotas. Esta es la historia:
“Lo único que querían (sus perros) era servirse al gato. Entonces la señora me decía ‘Jorge, ¿hasta cuándo? ¡Mira a los perros! ¡Está lleno de hoyos y yo tengo a un gato! Si le hacen algo a mi gato ¡yo te juro que no sé qué va a pasar acá, Jorge! ¡Arregla el tema de la reja, porque algo le van a hacer al gato!’.
«Y yo ‘¡qué le van a hacer el gato, si el gato corre, corre y corre, se sube a un árbol! Y los perros, a menos que sean Spiderman, se quedan ahí. Son perros. No se suben a los árboles’.
«‘Ah, no sé yo’…
“El tema es que todos los días ‘Jorge, los perros están aquí’. ‘¡Si esto es cerro, señora, campo! Los perros andan por aquí. ¿Qué quiere que le haga? Los perros son libres. Es cerro. Cazan conejos’.
«Era una señora mayor. Debe haber tenido cerca de los 70. Esto fue hace muchos años atrás. Bueno, el tema es que todos los días me webiaba por el tema de los perros. Y yo le insistía. ‘Este es un campo. ¿Qué quiere, que le ponga una reja?’.
“Pero parece que este gato era demasiado fifí. Lo tenían como entre ceja y ceja. Era demasiado perfecto, el pelaje blanco, con unos bigotes. Todo era lindo. La señora estaba todo el día peinando al gato.
“La cosa se puso color de hormiga. La señora amenazó con escopeta. Me dijo ‘Jorge, si tus perros se vuelven a pasar, yo les voy a pegar un escopetazo’. En mala. Y yo le dije, pensando ‘esta señora jamás va a pegar un escopetazo. Pega un escopetazo y se va de espalda. Si es una señora’. Pero le dije ‘ya, voy a poner la fucking reja’.
“Yo le dije ‘señora, usted me tiene que pagar la mitad de la reja, porque somos divisorios’. Entonces me dice ‘el problema lo tienes tú porque tienes perros, yo tengo gato. Mi gato no se quiere ir a comer a tus perros, pero tus perros sí se quieren comer a mi gato. Entonces, tienes que poner una reja. Y esa reja la vas a pagar tú’. Y yo ‘pucha, vieja conche…’ Ahí, desesperado.
“Llamo a mi maestro. ‘Panchito, ¿cómo estai?’. ‘Aquí estamos, Jorge’. ‘Oye, Pancho, necesito que me vengai a poner una reja’. Panchito Repol. Le mando saludos si me está viendo. Me construyó mi hotel en el norte…
“Al final le digo ‘ya, hazme la weá. ¿Cuándo vas a venir?’.
«‘No, ahora estoy con una peguita en la semana. El fin de semana voy e instalo la weá… Instalo la malla de tenis y los perros no se van a pasar más’.
«‘Pucha, Pancho, por favor, que estoy desesperado’.
“Parto donde la vieja. La señora parece que trabajaba. Parece que tenía como una galería de arte, pintura. A algo así se dedicaba. Llegaba como a las 5 de la tarde.
“Para hacer el cuento corto, tipo viernes, antes de que llegara el Pancho a armar (la reja), en la mañana, yo siento a los perros ‘tac, tac, tac’. No sé si tú has tenido perros que de repente te llevan regalos. Y mis perros eran así. Llego, me rasguñan la puerta de la casa, salgo, viernes en la mañana, y veo a mi perro con el gato de la señora aquí (en la boca)
“Yo digo ‘¡¿me estai webiando?!’. Y el perro así, con la cabeza del gato aquí, así colgando para abajo la cola, el gato embarrado entero, muerto… Me deja al gato y yo digo ‘conchamimadre, el gato…’ Y más encima, el gato era tan lanudo y embarrado entero, que tenía lleno de pelos de gato por todos lados. Más culpable que la mierda. No tenía por donde zafar, hasta la justicia chilena lo hubiera metido preso. Era demasiado culpable.
“Yo, mirando al gato, el cadáver del gato, digo ‘¿qué hago?, ¿qué hago con este gato?’. Miro la hora. Deben haber sido las 12 del día. Y el cadáver del gato ahí, tirado. Y decía que los viernes la señora llegaba más temprano. ‘¿Qué hago con el gato? ¿Lo meto en una bolsa? ¿Lo entierro? ¿O lo boto, lo desaparezco? Voy para la quebrada y lo tiro, qué se yo, de comida para los zorros’. Dije ‘este gatito no se va a perder’.
“Agarro al gato, lo llevo dentro de mi casa, tina, agua, agüita caliente y lo baño para sacarle el barro. Lo baño bien bañado. Quedó blanquito. Secador de pelo. Lo peino con la misma escobilla del perro… Compadre, ¿de dónde saco un gato de esas características? Era un gato que debe haber costado una fortuna.
“El gato quedó como una nube. Estaba muerto sí poh. Pero si le mostraba al gato así a la señora, ahí sí que se moría. Entonces lo que dije fue ‘lo que voy a hacer es agarrar a este gato, lo voy a bañar, lo voy a peinar y se lo voy a dejar en la puerta’. El gato pudo haber muerto de cualquier weá. Pudo haber muerto de muerte súbita, ataque cardíaco.
“Llego a la casa. Miro para todos lados. Yo sabía que no había nadie. Y dejo al gato ahí, en la puerta de la casa, como enroscadito. Cara de raja. Como si estuviera durmiendo… Ahí quedó el gato.
“Dejo al gato. Agarro a los perros y los encierro. Lo único bueno, hasta ahí, era que me estaba ahorrando la reja del Pancho, que todavía no la había puesto.
“No llegaba la señora. Compadre, como a las seis y media de la tarde, ‘¡¡¡no!!!’. Grito de la señora. ‘¡¡¡No!!!’. ¡Weón, unos gritos desgarradores! La cagó. Y silencio.
“Y yo callado, haciéndome el weón, dije ‘encontró al gato’. Obvio. No iba a ser otra cosa. Ambulancia. A la señora le había dado una descompensación. Se descompensó. Y yo cachando esta cagá dije ‘va a quedar la zo… ¿Qué onda?’.
«De repente autos. Los hijos. Estaba la ambulancia con la weá dando vuelta, escena del crimen, se iluminaba mi casa, y llegan los hijos. Dije ‘ahora tengo que salir cara de raja a preguntar qué pasó’.
“Dije ‘aquí me gano por los menos un TV Grama’. Salgo. ‘Hola, ¿cómo estás?’. ‘Hola’. ‘Soy el vecino… Oye, ¿qué pasó con la señora? ¿Le pasó algo?’. ‘No, mi mamá está súper mal. Se descompensó. La están atendiendo ya. Le pusieron suero’. Y yo, ‘oh, me voy a echar a la señora’. Estaba cagado de miedo. Decía ‘¿qué hago?’.
“Pregunto ‘¿está bien?, ¿no le va a pasar nada?’. ‘No, está bien. Lo que pasa es que está muy impresionada. Le pasó algo terrible. Y yo le pregunto ‘¿qué pasó?. ‘Encontró a su gato muerto en la puerta de la casa’. Y yo ‘¡no te puedo creer!’. Y yo le digo ‘qué increíble, pobre gatito’. Y me dice el hijo ‘el problema no era ese. El problema es que el miércoles pasado su gato se murió y ella lo enterró. Y ahora el gato apareció en la puerta de la casa”.
“Me dicen ‘es que el gato murió el miércoles’. Lo enterraron y el perro fue y lo desenterró, porque lo deben haber enterrado a diez centímetros. Y el gato apareció echado, impecable, echado en la puerta de la casa. Y yo ‘¡pero qué increíble!’”
“Casi se murió. Imagínate la impresión, que se le aparezca el gato…”