Glamorama
Jorge Zabaleta en una imagen tomada de la pantalla de Mucho Gusto, en Mega, en marzo de 2019.

“Nunca había pasado más terror en la vida. Yo dije ‘cag…, aquí me quedé y me voy a morir’”: Jorge Zabaleta relató experiencia límite buceando en Tailandia

Autor: C. Z. / 18 junio, 2020

«Empiezo a tocar alrededor mío (sumergido en el mar, al fondo de una cueva), que eran unas rocas, y había una piedra. Tú sacas una cuerda y te amarras, como que te anclas para que después encuentren el cuerpo. Es súper heavy, porque las cavernas tienen corrientes. Y pasa mucho que las corrientes empiezan a arrastrar el cuerpo y se pierde. Nunca más se recupera».

Este es parte del relato de Jorge Zabaleta sobre la experiencia límite que vivió buceando hace muchos años en la islas Phi Phi en Tailandia.

El actor de 50 años se contactó con el espacio que Pancho Saavedra emite en vivo por instagram y del cual es panelista.

El protagonista de teleseries como Papi Ricky o Aquí Mando Yo contó que es buzo profesional y recordó el momento que estuvo a punto de perder la vida bajo el mar:

“Me fui a Tailandia a bucear y me encuentro allá con un buzo, un guía chileno muy buena onda. Yo ya salía en la tele y me dice ‘¡Jorge, Jorge!’. Y yo ‘ya, ¿quién me conoce?’. Imagínate, en Phi Phi Island. ‘Yo chileno, chileno’. ‘¡¿Me estai webiando?!’.

“Nos dimos un abrazo. Hace un mes que venía viajando y me encuentro con este weón. ‘No te lo puedo creer. ¿Qué estai haciendo acá?’. Me dijo ‘soy guía de buceo’. Y le digo ‘vengo a bucear. Llévame a bucear a los lugares filete’. Me dice ‘te voy a llevar a unos lugares increíbles. Mira, juntémonos acá y vamos a ir a bucear a una isla, una caverna’.

“Nos juntamos al otro día. Partimos. Y llega un gallo que estaba en la isla, que también era buzo pero no lo conocíamos tanto, un gringo. Dice ‘este gringo va a ir con nosotros’. Perfecto. Partimos a bucear. Bajamos en el mar. Encontramos una caverna debajo del agua y esa caverna conectaba con una especie de isla. Entrabas por dentro de la isla y podías recorrerla por dentro, caminando, espectacular.

“Mi especialidad la hice en cavernas y hay una regla para bucear cavernas que es de los ‘tres tercios’. Tu tanque de aire tiene 3 mil libras. Tú tienes mil libras para entrar y mil libras para salir, y mil libras de emergencia. O sea, si tienes 3 mil libras para entrar, vas viendo con tu manómetro y vas entrando. Y cuando llegas a las mil libras y no has llegado donde tienes que llegar, te tienes que devolver.

“Partimos con mi compadre chileno y este gallo gringo, simpático pero no le conversábamos, porque nosotros hablando como chilenos.

“Nos tiramos al agua, empezamos a bajar y me dice ‘yo voy a ir adelante, porque conozco el camino, vamos a meter a este gringo al medio y tú vas atrás, cerrando la línea, para proteger al gringo ante cualquier cosa’.

“Empezamos a bajar, bajar, bajar, 26 metros de profundidad. Nos metimos en una rocas que estaban medias quebradas, me dice ‘por acá’, nos iba guiando, y de repente hay una parte de la caverna donde se cae una roca. Cae una roca cortada y teníamos que sacarnos el equipo, pasar el equipo, pasar nosotros, después ponerte el equipo de nuevo y seguir.

“Dijimos ‘ya, gringo, cagaste’. Le sacamos la weá y lo metimos. Yo lo empujaba y el otro lo agarraba del otro lado. Lo pasamos. Pero nos demoramos ene. Gastamos ene aire en eso.

“Entonces, cuando salimos de la caverna y llegamos donde teníamos que llegar, que era adentro de esta isla, que seguía un camino a pie, con unas escarlatitas, espectacular, ya nos habíamos gastado más de la mitad de la botella de aire. Nos quedaba muy poco aire para salir. Yo siempre cuento historias divertidas, pero esta historia es media trágica.

“El tema es que llegamos al otro lado y dijimos ‘¿qué hacemos? Nos quedan 800 libras para salir’. Nos gastamos una cantidad gigante de aire para entrar. ‘A lo mejor tienes que llevarte dos botellas, bajar, ir al centro de buceo, sacar las botellas y traerlas. Yo te espero acá’.

“Y me dijo ‘¿qué hacemos?, ¿tú cachai a este gringo?’. ‘No, recién lo conozco de ahora’. Entonces me dice ‘juguémosla nomás’. Y le dije ‘es que a este gringo le puede pasar algo… Bueno, juguémosla nomás’.

“Al gringo le dimos un par de instrucciones para que saliera más rápido en esa parte donde había que desarmar el equipo. Lo tiramos para abajo, empezamos a bucear, unas cavernas… Era un laberinto. Y las cavernas siempre están marcadas con líneas adentro. Pero en Tailandia no había. Era como una cuerda de yute, una cuestión muy precaria.

“Paso con este gallo y llegamos a esta parte donde estaba quebrada la piedra. Le digo ‘ya, a desarmar el equipo’. Lo empiezo a desarmar y el weón se empieza a desesperar y asustar. Comienza a resistirse a que nosotros les sacáramos las cosas, para poder pasarlo por la roca. Si lo dejábamos al otro lado, ese moría.

“Empezamos a meterlo por la piedra. Estuvo ene rato. Miro el manómetro de aire de este gringo y le quedaban 200 libras de aire, que no es nada, son como 5 minutos. Y miro la mía y me quedaban 500, que es muy poco. Al final, agarro, lo paso a la fuerza.

“El amigo mío le chanta el regulador y yo paso por la cuestión, me desarmo entero, paso y el gringo se desespera y empieza a patalear. Y cuando patalea, levanta todo el sedimento que está abajo, en la cueva. Y todo el sedimento, esa chusca que los camiones, cuando pasan, se levanta como unas nubes de tierra, lo mismo. Y nunca más vi nada, nada, nada, nunca más. No vi a mi amigo, no vi al gringo, no vi ninguna weá.

“No veía nada. Quedé botado. Solo sabía que me quedaban poco menos que 500 libras de aire”.

«El buceo es súper heavy. En el buceo tú tienes que salvarte. Se bucea en pareja, pero si tu compañero tiene problemas, tú finalmente tienes que dejarlo y sobrevivir tú. Es súper cabrón.

“Uno empieza a usar todos los conocimientos de sobrevivencia. Entonces, me voy al fondo de esta cueva y empiezo a controlar la respiración. Y hago una técnica, que inventé ahí, de monje budista. Porque lo que te pasa es que te empiezas a asustar. Te empieza a bajar el pánico y comienzas a hiperventilarte. Te hiperventilas y viene el colapso. Y el aire se acaba de una. No es que se acabe de a poco… Y cagaste. Y ahí te morí y te quedaste ahí.

«Era tal el nivel de oscuridad de esta caverna, y me fui a fondo, incluso tal como estoy ahora sentado, a lo indio, como controlando la respiración, respirando lo menos que podía, lo único que dije fue ‘aquí cagué, porque si no me encuentra alguien, si no pasa algo, debo hacer que esto dure lo máximo posible’.

“Sabía que me quedaban como 400, 300 libras de aire, pero no podía mirar porque estaba oscuro. Trataba de poner la linterna para ver cuanto aire me quedaba, pero no veía. Lo único que sabía que, en cualquier minuto, el aire se me iba a acabar y cagaste.

«Me voy a fondo. Cuando cacho que el weón no llegaba, no llegaba nadie, porque sabía que tenían que sacar al gringo, porque no podíamos morir todos. Alguien se tiene que salvar… Entonces, si me tenían que dejar ahí, me iban a dejar ahí. Y mi amigo agarra al gringo.

«Deben haber pasado cuatro minutos, y cuando cacho que no venía, empiezo a tocar alrededor mío, que eran unas rocas, y había una piedra. Tú sacas una cuerda y te amarras, como que te anclas para que después encuentren el cuerpo. Es súper heavy, porque las cavernas tienen corrientes. Y pasa mucho que las corrientes empiezan a arrastrar el cuerpo y se pierde. Nunca más se recupera.

“Nunca había pasado más terror en la vida. Yo dije ‘cagué, aquí me quedé y me voy a morir’.

“Etaba ahí, tratando de controlar, y decía en cada respiración ‘aquí se acaba’. Respiraba y decía ‘aquí se acaba’… Y de repente siento que alguien choca conmigo. No se veía nada.

«Me agarra la mano (su amigo), me pasa una cuerda y me empieza a sacar… Llegué afuera sin aire. Salimos como una boya para arriba, jugándola toda.

«A ese weón le debo la vida. Si llega y me pide un riñón, le digo ‘sírvete’, porque si no, no la cuento”.