Glamorama
Eli de Caso, una de sus nietas, y su madre, en una foto de 2020.

«A través de sus ojos me hace cariño. Me hace el cariño que no recibí de ella…»: Eli de Caso se llevó a vivir con ella a su madre de 92 años que sufre Alzheimer

Autor: Fran Varela / 26 septiembre, 2020

En julio pasado Eli de Caso contrató una ambulancia y retiró a su madre, Eliana Sais, de 82 años, quien sufre de Alzheimer, del recinto para el adulto mayor donde permanecía, el cual en ese momento presentaba varios contagiados de covid.

La figura de las comunicaciones llevó a su madre a su casa y asumió el cuidado junto a una persona que la ayuda.

Esta semana De Caso se contactó con Sigamos de Largo, el late de Canal 13 donde entregó una importante reflexión de este proceso. Un tiempo de aprendizaje y descubrimiento, según afirma. Estas fueron sus palabras:

“Mi mamá se enfermó gravemente el 2011. Ella vivía en un departamento con su hermana, que eran cargo mío las dos. A ella le dio una peritonitis, después de eso no estaba en condiciones de irse a vivir sola ni con la hermana tampoco.

“Entonces desarmé el departamento y después de que me costó bastante tomé la decisión de que iba a estar mejor en un lugar donde la pudieran cuidar. Y que estuviera en un ambiente donde se sintiera protegida, donde se preocuparan de sus medicamentos y de todo su proceso de su cuerpo, porque estaba con muchos problemas de salud.

“Eso fue fantástico. Fue una experiencia dura al principio pero después fue bueno para mí porque me di cuenta que ella estaba en un regio lugar y que yo podía estar haciendo mi vida, porque recién me había casado con Manuel. Yo opté por esta decisión por ella y también por mí, para yo darme la oportunidad de hacer una relación de pareja adecuada.

“Fue una gran decisión, me costó mucho tomarla pero finalmente me iluminé. Además que se fue con la hermana, entonces ellas estaban acompañadas. Yo fui los primeros cuatro años todos los días. Y ahora con la pandemia de repente llamo a la residencia y pregunto cómo están las cosas. Ahí me entero que habían muchas personas contagiadas, muchos residentes y unas trabajadoras. Entonces no había nada más que sacar a mi mamá. Así que en 24 horas la saqué.

«Contraté a una ambulancia. Afortunadamente el catre clínico de ella ya lo había comprado. Y lo mejor de todo es que me pude traer a la cuidadora de mi mamá, que es la Carmencita y que ha sido un ángel para mí.

“Me cambió la vida. Por un lado es bueno, porque hemos tenido un reencuentro amoroso juntas. En los pocos momentos que ella está lúcida yo logro reencontrarme con su mirada de mamá con un amor inmenso, que no me acordaba de esa mirada, y ha nacido en mí ese mismo amor, un amor inmenso hacia ella, que hace muchos años que no lo sentía. A pesar de que yo la amo, pero esa conexión amorosa se había perdido en el tiempo y ahora la hemos recuperado.

“Son momentos muy lindos, muy emocionantes, pero al mismo tiempo me complica porque de alguna manera me quita mi libertad, y una de las cosas que más aprecio en mi vida es mi libertad.

“Creo que esto siempre debió ocurrir. Yo me imaginaba siempre que mi mamá iba a volver a mi lado o yo iba a estar a su lado, tal vez en los últimos tiempos. No sé si son los tiempos de ella o los míos, pero era necesario que estuviéramos juntas porque yo creo que estamos sanando muchas heridas de muchos años, y tiene un costo que es mi libertad, pero es lo que tengo que hacer.

“(Nuestra relación) Fue súper complicada, porque… No tengo certeza, es lo que yo percibo, sobre todo desde que le dio Alzheimer, porque ella navega en su historia y muchas cosas que ella me ha contado de las cuales yo he podido ordenar el puzzle que yo tenía en mi cabeza con respecto a mi madre y a mi padre.

“Creo que mi mamá nunca fue feliz con mi papá. Yo creo que ella tuvo muy poco amor en su infancia porque su mamá era muy joven cuando la tuvo y su papá era muy viejo para ella. En definitiva yo creo que nunca fue feliz. Entonces como que estaba en la casa pero no estaba. Estaba en su mundo.

“Nuestra relación fue distante, no fue afectiva, no fue de tocarme ni de abrazarme, ni darme besos, sino más bien distante. Yo siento que mi mamá siempre estaba como en M;arte, en otro planeta. Entonces no desarrollamos una relación afectiva.

“Me fui por eso. Me fui porque quería ser feliz. Tenía 17 años, no me gradué del colegio, me retiré en abril del 71. Me graduaba ese año de cuarto medio y me salí antes. Y a los dos meses de estar casada quedé embarazada de la Yuyu y ahí nos fuimos a Colombia.

“Yo me casé con permiso de mis papás, de lo contrario iba a ser bastante catastrófico que no me dieran permiso. Yo era súper rebelde, era tremenda. Tenía mucho problema con la autoridad, no me gustaba que me mandaran. Bastante difícil. Y me decían ‘contreras’ y me decían ‘india’.

“Está en una etapa bastante de los finales, mi mamá prácticamente tiene muy poca conexión con la realidad. Ella cree que soy su mamá y entiendo por qué cree eso, porque de alguna manera yo soy como su mamá poh.

“Tiene unos juguetes en la cama que son de mis nietas y ella se los mete a la boca, cree que hay que comerlos, por ejemplo. Ese es el nivel de Alzheimer. Ella no está conectada con la realidad, pero tú le colocas un tango al lado de su almohada y lo canta perfecto.

“Entonces el Alzheimer realmente es algo muy misterioso. Muy duro no solamente para la persona que lo vive, sino que para la familia. Es como un barril sin fondo. Tú le das, le das, le das y ella está siempre en cero. No se acuerda que estuviste cinco minutos antes en la pieza con ella, o que le hiciste su comida, o que le hiciste cariño y la peinaste. No retiene nada.

“Siempre está de alguna manera pidiendo atención, compañía. Y me dice de repente, que es lo más triste que hay, que tiene miedo. Que le tome la mano porque tiene miedo. Hay otros momentos en que me dice ‘Elita, te agradezco mucho todo lo que haces por mí’. Tiene esas cosas así.

“Yo viajo con ella, todo el rato le sigo el amén, conversamos, nos reímos. De repente me reta, me hace una desconocida espantosa y me echa de la pieza (ríe). Todo es como de cero. Es bailar con ella en la realidad que ella esté. Claramente lo que ella está hablando… Le cuesta mucho hablar además, cuesta mucho entenderla, pero logramos seguirla. Ponte tú me acaba de decir, por ejemplo, que se le cayó el huevo duro. Yo le digo ‘mamá, yo lo voy a buscar’ y hago como lo que voy a buscar. Y se va para otro tema y otro tema y otro tema.

“Cuando tiene esos momentos de lucidez me conecto con ella y le digo que está todo bien, que lo hizo maravillosamente bien, que la amo y que le agradezco todo lo que ella me dio. Y que esté en paz porque no está sola, está conmigo y está todo bien.

“Yo no soy una mejor persona ni una peor persona. Tuve la posibilidad de traer a mi madre con una cuidadora. Además, tengo a una persona que se llama Anita, desde hace diez años y la adoro. Y para mí todo es mucho más fácil. Yo lo pude hacer, tenía el lugar físico, tenía la plata para pagar a la cuidadora, tenía todas las facilidades. Hay muchas mujeres que tienen que hacerse cargo de sus madres aún siendo mamás y teniendo hijos pequeños. Y es duro y es difícil.

“Seguramente mis hijas también me van a pasar una cuenta, y de hecho me la han pasado y está bien. Como yo se la pasé a mi mamá. Pero lo que pasa es que cuando te empiezas a sacar de la cabeza una cantidad de estupideces que tenemos, llenas de etiquetas y prejuicios, y de que mi mamá debería haber sido así, o que mi mamá me trató mal acá o no me quiso.

“Empecé a investigar un poco cómo había sido la infancia de mi mamá y cómo habían sido sus años de vida con respecto a su madre y a su padre. Me di cuenta que ella realmente recibió muy poco. Ella me dio poco, pero ella recibió menos. Al final es conocer la historia de la persona para entender por qué fue así la relación. Y nace esta sensación como de perdonar toda mi historia para aceptarla. Porque perdonarla significa que tú aceptas tu historia. Te das cuenta que era lo que tenía que pasar para aprender lo que tenía que aprender.

“Y eso pasa por la humildad, por la honestidad y por soltar todas esas expectativas que finalmente nos hacen tanto daño respecto a nuestros padres. Hoy día me siento en paz con mi madre, porque ella recibió menos que yo. Y lo que ella me dio a mí fue más de lo que ella recibió, y porque me dio la vida. Y hoy a través de sus ojos me hace cariño. Me hace el cariño que no recibí de ella o que no recuerdo. Pero yo creo que sí estaba ahí, porque por algo soy como soy. Soy una persona generosa y cariñosa, y eso lo aprendí seguramente de ella y de mi padre, y de mis experiencias de vida.

“Aquí nada está suelto ni nada es al azar. Las personas no somos culpables, somos responsables de lo que hacemos. Y nuestros padres cometieron muchos errores, como los he cometido yo. Entonces aquí no hay ni buenos ni malos. Aquí tenemos personas con historias difíciles, con heridas sin sanar y cosas que nunca hablamos y que ya es hora de hablar.

“No es que me haga una mejor persona, porque yo creo que siempre fui una buena persona. Pero lo que hizo fue sacudirme de mi ira, de mis rencores, de mis penas, de mis rabias. Salí de mi cárcel personal, porque las rabias, los rencores, los juicios y el culpar a los demás es una cárcel que tienes en la cabeza y en el corazón, y tú tienes la llave para abrirla.

“Una forma de abrirla es cuando eres capaz de mirar a esa persona con su historia, que yo le llamo la caja negra. Tu caja negra, ¿qué es lo que hay adentro que te hace ser pesada, dura, ogro, envidiosa, etc? Porque en el fondo del corazón no somos eso. No somos odio, somos amor, pero estamos llenos de estupideces”.