Glamorama
Juan Pablo Montt y su perro Marley que murió esta semana, en una foto de archivo que comparte Jordi Castell en su cuenta Instagram @jordicastell

«Suerte la mía de tenerte…», le escribe Jordi Castell a su marido Juan Pablo Montt tras la muerte de su perro

Autor: C. F. R. / 19 septiembre, 2021

«Este es mi héroe. Haberte desvivido por el perro desde el primer día que llegó a tu vida, me consta que fue tu prioridad definitiva hasta el tiempo que vivió con tu papá en la playa, estabas preocupado siempre que tuviera la mejor comida, llegabas a bañarlo y peinarlo. Él se volvía loco al sentir tu auto entrar y se quedaba obsesionado, echado al lado de las ruedas aunque diluviara».

Esto es parte del mensaje que Jordi Castell le dedica a su marido, el publicista Juan Pablo Montt, en medio de la pena por la muerte de Marley, el perro de ambos.

El boyero de Berna fue criado por Montt.  En tanto, el año pasado el fotógrafo contó en una entrevista que la mascota «vivía en una parcela en Santo Domingo, y de un día para otro tener que adaptarse a este nuevo sistema. Porque en la casa donde vivía su amo murió, que es mi suegro», refiriéndose a la llegada de Marley al departamento de la pareja en Las Condes.

En esa misma entrevista Castell afirmó: «Nunca había querido tanto a un perro como a Marley. Hay algo superior que no lo había sentido nunca y lo siento con él. Y yo creo que es mutuo».

El perro fue dormido esta semana y Castell escribió como parte de su despedida en Instagram: «Agradecemos a la vida haber podido reaccionar para evitarte dolores y atrocidades que manifiesta el cuerpo con esa invasión repentina de los putos tumores. No estábamos preparados para este derrumbe».

Desde entonces el ex panelista del desaparecido programa Primer Plano ha recibido miles de mensajes de apoyo y él ha realizado posteos expresando sus sentimientos. El último, referido a su esposo, continúa de la siguiente manera:

«Te admiro por hartas cosas Juan Pablo Montt, pero luego de esa entereza salvaje de tener que decidir con apuro el día en que el turumbo peludo tenía que dormirse para que no sufriera más fue el impulso de hombría más desgarrador que me ha tocado vivir. Verte llorar como un niño, solo en tu escritorio mientras te escucho pienso no puedes haber sido más buena persona, más generoso y valiente.

«Esta (foto) es del verano pasado, cuando a él nunca le importó que se cayeran los patos asados, o que no tuviera el tamaño de un chiguagua, como siempre creyó. Sigo agradeciendo haber vivido todo esto contigo. Suerte la mía de tenerte».