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Paulina Urrutia en una imagen tomada de la pantalla de CNN.

«No poder pararlo, levantarlo, es una impotencia…», relata Paulina Urrutia sobre el Alzheimer de su marido Augusto Góngora

Autor: Equipo Glamorama / 8 enero, 2022

“Tú ya llevas prácticamente ocho años cuidando a Augusto. Y cada vez es un cuidado más dependiente, más absoluto. Tú tienes que seguir trabajando. Ya vimos que se abrió el teatro. ¿Tú vas a seguir tomando la decisión? ¿O va a llegar un minuto en que ya no puedas seguir cuidándolo? ¿Qué has pensado para ese momento?”.

Este planteamiento fue parte de una entrevista realizada por la periodista Matilde Burgos a Paulina Urrutia, quien es la cuidadora de su esposo, el periodista Augusto Góngora, de 70 años, quien sufre Alzheimer.

En la conversación Urrutia se refirió a su labor como directora artística del Teatro Camilo Henríquez y a la cultura tras dos años de pandemia, entre otros temas.

En tanto, esta fue la respuesta de la actriz de 52 años a la consulta enunciada en un principio:

«Yo siempre digo que esto es un proceso. Pero lo más difícil que he vivido este último tiempo es darme cuenta que, pese a toda la voluntad, a todo el amor, hay cuestiones tan duras como que no me lo puedo”

Matilde Burgos: “Tú eres chica y él es grande”

Urrutia: “O sea, no sé si tan grande… Yo ya he vivido momentos muy duros. Cuando uno constata la miseria humana, la impotencia, la vulnerabilidad extrema, que no es solamente de él, sino que es la mía también.

“El Augusto nunca se ha caído, sino que él, por ejemplo, quiere sentarse, sentarse, y no hay asiento donde sentarse. Entonces termina en el suelo.

“El primer momento de eso, de no poder pararlo, no poder levantarlo, es una impotencia primero de él, de no poder hacerlo, y que te dice ‘ayúdame’. Y tú, por más intentos que hagas, no puedes. Eso es lo más duro que he vivido. Y obviamente eso va a evolucionar”

Burgos: “Tú te haces cargo de acompañarlo al baño…”

Urrutia: “Todo. Es baño, es comida, es bañarlo, vestirlo. Es algo que, en un momento, yo tengo que ser capaz de separar a la cuidadora de la mujer y permitir la ayuda para mí, el ayudarme.

“Eso puede ser el día de mañana. Contar el día de mañana con alguien que me ayude por día, por algunas tareas específicas que ya no puedo realizar sola. Y hay muchas familias que también lo resuelven, cuando ya se hace insostenible, o incapaz, institucionalizar.

“Y eso no hay que juzgarlo, porque cuando uno no se siente capaz, es muy importante que haya gente que sí te releve en esa tarea. Yo no sé si voy a llegar a eso. Estoy haciendo todos los esfuerzos para no hacerlo. Pero no sé si el día de mañana resuelva hacerlo así.

“Hay una cuestión clara. Quería titularme, por fin, de actriz. Yo pensé, como no tenía pega, ‘bueno, me voy a titular’, porque cuando yo estudié no había título profesional, no estaba la licenciatura.

“Entonces, no he podido hacer mi tesis, no he podido aceptar pegas”

Burgos: “Y a él tampoco le gustaría eso. Le hubiera gustado en su…”

Urrutia: “Y es algo que también nosotras las mujeres tenemos que aprender. Se puede hacer y hay que hacerlo, hay que ayudarse para volver yo a ser su mujer, sin dejar de ser su cuidadora y todo, pero tengo que avanzar en ayuda, tengo que avanzar en volver a retomar»

Burgos: “Joven además… Paulina, ¿y tú te sigues sintiendo su mujer? ¿Él sigue sabiendo que está contigo?”

Urrutia: “Es una pregunta dura. Pero yo diría que sí, ¿en qué sentido? Él, cuando se siente perdido, a quien llama es a la Pauli. Ahora, en ese momento, la Pauli, cuando se despierta en la noche asustado, ‘Pauli’, y yo le digo ‘tranquilo, Augusto, aquí está la Pauli’. ‘Es que no la veo, no la veo’. Tú dices ‘¿soy yo o no soy yo?

“Mi voz lo calma, mi mano lo calma. Sé cómo hacerle cariño para tranquilizarlo. Soy yo y no soy yo. Yo creo que eso también es esta enfermedad, darnos cuenta que todos, para calmarnos, a lo mejor no necesitamos a la mamá que yo perdí. Necesitamos a otros, a alguien que esté ahí para contenerte, hacerte reír, para acompañarte”

Burgos: “¿Quién te contiene hoy día?”

Urrutia: “Por ahora él. No sé poh. En un momento, esta semana, estuve muy mal, muy cansada, muy frustrada. Entonces, como él se asusta con cualquier cosa, me gritó, yo me puse a llorar. ‘Augusto, por favor, ¿sabes qué? No me trates así, porque yo me saco la mugre, estoy tratando de hacerlo lo mejor posible, pero estoy muy mal’. El despegó la mano, que es para afirmarse y ponerse de pie, me tocó la cara y me dijo ‘perdóname…’”