«Me comí una tirita de pollo y se me queda atragantado en la garganta. No podía respirar. No había nadie en mi casa…»: la desesperación de Raquel Argandoña
José Miguel Viñuela sonreía con deseos de hacer una broma escuchando el inicio del relato de Raquel Argandoña en Tal Cual. Su rostro cambió a un gesto serio cuando la animadora de 65 años se puso a llorar al contar la gravedad que tuvo la situación que vivió en su departamento en Santiago.
La comunicadora, quien vive sola, contó en el late que conduce junto a Viñuela en el canal TV+:
“Yo estaba en mi casa. Como a las cuatro de la tarde había subido de tomar sol. Me duché, fui a la cocina, porque estoy haciendo una dieta de puras proteínas, que he bajado como cinco kilos, como puro pollo y huevo duro.
“Cuento corto, siempre en la cocina yo manejo este pollito que lo hago a la plancha, con tiritas. Me como una tirita de pollo, vuelvo a mi dormitorio, me empiezo a echar crema en la espalda, hago esto (poner la cabeza hacia atrás) y el pollo se me queda atragantado en la garganta.
“Pero no es que se me haya ido para el otro lado… Yo no podía respirar, se me cerró la garganta. No podía respirar. Corrí a tocar el citófono, porque no había nadie en mi casa. Corrí sin ropa, me dio lo mismo, toqué el citófono y el conserje me decía ‘aló, aló’, pero cuando tú estás con el pedazo acá no puedes hablar.
“Seguía no teniendo aire, no te entra aire por la nariz ni nada. Después salgo al pasillo desnuda a tocar la puerta de mis vecinos y no había nadie. Lamentablemente me encerré a mí misma, siempre lo he contado: cuando empezaron a entrar los ladrones a los departamentos yo cambié mi puerta por una puerta blindada, que es un error.
“Porque la puerta blindada si tú le echas llave por dentro, solamente la puede abrir la gente que tiene las dos llaves. Y si se tranca, se bloquea, te la tiene que abrir con código la persona que te hace la puerta blindada. Es un cacho.
“Volví a mi casa, me empecé a poner colorada… Me acuerdo y es terrible. Deben haber sido tres minutos. Yo decía ‘me voy a morir’. Yo sabía que hay que enterrar algo aquí, un cuchillo, un lápiz, no había lápiz, ¿cómo me entierro el cuchillo?.
“Yo dije ‘aquí me muero’. Después fui al baño y parece que me apreté (el abdomen) en la taza… Porque me metía los dedos y no había caso. Yo ya no tenía aire. Yo dije ‘así es como la gente se muere en los restaurantes’. Me afirmé del WC y yo creo que ahí apreté algo y siento que se me abre como un orificio aquí, por dentro, y podía hacer así (respirar).
“Pero ya tenía como la cabeza inflada, estaba roja, yo dije ‘no cierro la puerta, porque aquí me voy a morir’. Logré no entrar en pánico, porque me entraba el aire. Después de eso me lo lloré todo. Hoy día no quería venir a trabajar, porque fue tanta la tensión que el cuerpo no te respondía al otro día.
“¿A qué voy yo? Debe haber en los edificios un timbre de pánico. Sobre todo una alarma para la gente que vive sola, porque si por esas cosas del destino no se me abre esto, yo me habría muerto.
«De todo lo que me ha pasado, nunca me había pasado lo de ayer. Hoy día no quería venir a trabajar. Yo dije ‘chuta, ¿qué es esto?’. Lo único que digo es que tengan cuidado, porque yo ayer te juro que pensé que me moría. Fue terrible».