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Giancarlo Petaccia en una imagen tomada de la pantalla de Podemos Hablar, en Chilevisión.

«¡Abra la puerta!’. Voy, abro, todo oscuro, y tengo un punto rojo acá, otro acá y otro en la cabeza…», relata Giancarlo Petaccia sobre episodio que vivió en Miami

Autor: Equipo Glamorama / 25 abril, 2023

 

«Viví una situación límite. Esto fue recién llegando a vivir a Estados Unidos», comenzó relatando Giancarlo Petaccia en Podemos Hablar.

El conductor viajó a Miami en 2017 con su esposa Fernanda Alarcón y sus dos hijos. En ese país creó su hogar e ideó un emprendimiento con un sistema de alimentación saludable que creó.

De visita en Chile, Petaccia continuó la historia en el programa de Chilevisión:

«Al principio nos fuimos a un barrio que no era muy bueno, no era el mejor, y siempre en Estados Unidos está la cultura de las armas y te dicen que hay que tener cuidado porque el uso de armas es común.

“Nosotros siempre teniéndolo presente. Estábamos una noche en el departamento, tipo dos de la mañana, llevábamos cuatro o cinco meses allá, cachando re poco, y empiezan a golpear la puerta violentamente. Despertamos, empezaron a llegar los niños.

“De los golpes, golpeando la puerta, pasaron a patadas, gritos, insultos. Se retumbaba el departamento. Y la Fernanda me dice ‘¡¿qué pasa?!’- Yo le digo ‘ándate con los niños, voy a ir a ver’. Gritaban, pataleaban. Yo me asomo por el ojo de pescado y lo único que veía era la cabeza de una persona pegando puños, codazos, patadas, insultos.

“‘¡Abreme la puerta, abreme ahora!’. Entonces (llamaron al) 911, porque habíamos escuchado que cualquier problema, cualquier cosa, hay que llamar al 911. Llamé y digo ‘hay una persona que quiere entrar a mi casa, estoy con niños’. ‘No me corte’. Nunca le puedes cortar a la policía cuando llamas en una emergencia.

“‘Descríbalo, ¿está armado?’. Y yo no veía nada, veía una cabeza, un tipo que trataba de entrar a nuestro departamento, que en cualquier minuto botaba la puerta. Me dice ‘vamos en camino’. Yo le empecé a describir lo que veía de este tipo, que cada vez estaba más descontrolado pidiendo que le abrieran la puerta.

“Pasan cuatro o cinco minutos, yo con el teléfono paseándome, y me dice la operadora ‘estamos en la puerta, ¡abra la puerta!’. Voy, figuraba en calzoncillos, abro la puerta y cacho todo oscuro y tengo un punto rojo acá, otro acá y otro en la cabeza. Y te juro que nunca había tenido tanto miedo.

“‘¡Arriba las manos, tírate al suelo!’. Todo en inglés. Yo decía ‘¡yo los llamé!’. Me ponen contra la pared. Los niños lloraban, estaban con mi señora en el fondo del departamento. Y entran unos tipos gigantes, armados, con fusiles de alto calibre, con chalecos, eran seis o siete.

“Me dicen ‘¡¿dónde está?!’. ‘No sé, desapareció, estaba aquí en la puerta’. Se van. Yo quedé con la puerta abierta, tiritando, calzoncillos. Como a los diez minutos golpean la puerta, vuelven y me dicen ‘no hay nadie, buscamos y aquí no hay nadie, revisamos las cámaras’. ‘¡¿Pero cómo?! Si estaba acá, yo lo vi’.

“No lo vi más, porque abrí la puerta y estaba la policía. El tipo me dice ‘no se preocupe, llámenos cualquier cosa’. Y dos días después, porque a mí esa cara no se me olvidó nunca, estaba en la piscina de mi edificio y veo una cara parecida. Empecé a acercarme y le fui a hablar.

“Dije ‘si este tipo está acá tiene que ser cercano, ¿por qué está acá?’. Y me acerqué, le conversé y le dije ‘¿tú vives acá? Perdona’. El gringo es como distante. Me dijo ‘sí’. Yo vivía en el 105, y me dijo ‘vivo en el 106’. Vivía arriba mío. Lo que pasó fue que el compadre borracho se equivocó de departamento.

“Y el tipo en vez de entrar al tercer piso, quería entrar al segundo. El tipo era violento claramente, siempre escuchábamos gritos y cosas. Y le dije ‘perdona, tú el otro día te equivocaste’. ‘No’, me dijo. ‘Sí’. Y ahí decidimos con la Fernanda cambiarnos. Yo después vi en las noticias que una persona de un departamento entró por equivocación a un edificio y lo mataron…»