«Decidí reencontrarme con la magia de la vida, con el amor, con la risa de mis hijos, que en la risa de mis hijos está la risa de Blanca también…», expresa Benjamín Vicuña
«Yo podría haberme quedado, que lo viví, en una situación de rebeldía, de odio, de rencor, de autodestrucción», afirma Benjamín Vicuña sobre el fallecimiento de Blanca, su hija mayor, cuya madre es Carolina Ardohaín.
La niña dejó de existir en septiembre de 2012, a los seis años, y Vicuña por estos días presenta el libro testimonial Blanca, La Niña que Quería Volar (10 Actos para Conjurar el Olvido).
A este volumen se refirió el actor de 44 años en el late de TVN Buenas Noches a Todos. Estas fueron parte de sus palabras:
“Hay una necesidad de compartir algo que cambió mi vida, me transformó, y también una misión. Yo sé lo muy necesario que va a ser este libro para miles de personas que atraviesan un duelo.
“Un duelo no es solo la muerte de alguien. Un duelo es un desamor, puede ser hasta un cambio de trabajo, de país. Y ni hablar la pérdida de un hijo, que es donde se pone el foco, en este caso mi experiencia, diez años, donde fui acomodando un dolor inexplicable de forma natural.
“Primero con negación absoluta. Luego aceptación. Luego un trabajo arduo. Y quise darle un cierre, aunque para bien o para mal no voy a lograr cerrar nada, porque empezarán otras etapas, pero lo necesitaba. Quedó un libro honesto, y obviamente que es un tributo con todo mi corazón a mi hija y a la vida.
“Porque yo podría haberme quedado, que lo viví, en una situación de rebeldía, de odio, de rencor, de autodestrucción, y decidí de forma consciente abrazar la vida. Reencontrarme con la magia de la vida, con el amor, con la risa de mis hijos, que en la risa de mis hijos está la risa de Blanca también.
“Así que fue un ejercicio que no sé por qué lo hice. Lo voy a entender con el tiempo, muchas veces hago cosas que las termino de entender dos o cinco años después. Porque sí fue un ejercicio doloroso, en donde en medio de ese ejercicio de escritura, esa página en blanco, muere mi papá.
“Si bien un señor grande, 79 años, me remueve por completo, abre una herida donde me doy cuenta que esos duelos están abiertos permanentemente y que las penas se van sumando, se acumulan.
“Pero estamos acá para aprender y estoy seguro que este libro va a ayudar a muchas personas a sanar. Y si es así me voy a dar por realizado, voy a ser muy feliz».