El inesperado final de los loros de Camiroaga: «Había un tipo que estaba vendiendo loros Tricahue en la calle. Y Felipe dijo ‘no lo podemos aceptar. Los voy a comprar y después los voy a entregar (al SAG)'», recuerda Comparini
«Felipe dijo ‘no. Esto no lo podemos aceptar, quizás quién va a terminar con estos loros'». De esta manera comienza la historia de los dos loros Tricahue que Felipe Camiroaga quiso salvar.
El relato fue hecho por Marcelo Comparini, testigo de lo ocurrido a fines de los años ’80 y comienzos de los ’90, cuando ambos partían sus carreras televisivas en el hoy canal Chilevisión.
Este es el recuento de los hechos que el periodista de 60 años realizó en Podemos Hablar:
«Ibamos por Providencia. Felipe siempre fue mucha onda con los animales y había un tipo que estaba vendiendo loros Tricahue en la calle, que además están protegidos. Y Felipe dijo ‘no. Esto no lo podemos aceptar, quizás quién va a terminar con estos loros. Yo los voy a comprar y después los voy a entregar (al SAG)’.
«Los compramos, eran dos loros, y nos fuimos a su casa (en auto) y los dos loros volando, nos pasaban por aquí, pudimos chocar 20 veces. Se quedó con los loros en su casa mientras hacíamos los contactos.
«Una cosa que me llamaba la atención es que los loros no hacían ningún ruido. Iban en el auto y nada. Era silenciosos.
«Al otro día le digo ‘Felipe, ¿los loros?’. ‘Sí, ahí están’. ‘¿Hablaron?’. ‘No. Sabí que están callados todo el rato. Los miro, les digo cosas y están callados’. Al otro día ‘pasó una cosa terrible: desapareció un loro’. Uno de los loros se fue y el otro más callado que nunca.
«Todos los días le decía ‘¿y el loro?’. Y como al cuarto día me dice tengo dos noticias: ‘Ya sé qué le pasó al otro loro. Y la segunda es que el otro loro finalmente habló. Lo tenía suelto, pero como con un hilito para que no se volara en la terraza. Escucho mucho revoloteo y era un tiuque que se lo iba llevando…’
«Ahí se dio cuenta que así se había llevado al otro loro. Me dice: ‘Y se lo iba llevando, el loro se dio vuelta, me miró e hizo ¡craaá!’. Esa fue la única vez que habló…»