«No hay nada más matapasiones que el gallo miserable, amarrete, apretado. Lo que me da lata es que este gallo se vendía como pudiente, aristócrata…»: la mala cita de Maca Venegas
«No hay nada más matapasiones que el gallo miserable, amarrete, apretado», partió comentando Maca Venegas en Podemos Hablar, al relatar una cita que tuvo.
La abogada y figura televisiva de 46 años continuó de la siguiente manera en el programa de Chilevisión:
«De partida, a mí lo que me da lata es que este gallo se vendía como pudiente, aristócrata, unos apellidos con muchas ‘r’.
“Entonces una va a la segura, dice ‘este gallo tendrá dónde caerse muerto’. Obviamente las mujeres como yo, que estamos por la paridad, no tengo ningún problema en pagar la cuenta. El punto es que, cuando el hombre está en esta cosa como de la conquista, por lo menos dame la primera cita.
“Aparte, típico que el gallo te persigue primero, te llama, te invita a salir. Tú le dices varias veces que no, te quiebras un poco, que le cueste. Yo soy media jodida. A la primera nunca digo que sí. Me cocino a fuego lento, entonces después de un rato digo ‘ya. Bueno ya’.
“Primera cita, y esto sí que lo encuentro el colmo, además que yo tampoco soy tan buena para comer. Llega la cuenta y el gallo abre la cuestión (la cuenta) y empieza a analizar punto por punto. Empieza ‘¿tú te tomaste un pisco sour? ¿Y cuántas Coca Cola Light hay acá?’.
“A viva voz, con el mozo ahí esperando que le pagaran. Y yo ‘este gallo desubicado’. Me dio vergüenza ajena. Además primera cita. Finalmente él pagó la cuenta, pero a regañadientes y con esta revisión. Aparte tampoco era tan cara la cuenta. Yo sapeé.
“Le di una segunda oportunidad al caballero, ‘vamos a ver si este apellido de vino da algo más’. Salimos y empieza con lo mismo. Abre la cuenta y yo le dije ‘no. No te preocupes, yo pago esta cuenta’. Pero porque dije ‘no voy a pasar de nuevo por este bochorno de la revisión’.
“Nunca más salí con el gallo, pero lo encontré una vergüenza. Para que usted, que está en su casa, no sea tacaño señor. Ni ellas, tacañas tampoco, porque también te pueden invitar. Es hijo de una persona muy conocida este gallo.
“Y la otra anécdota, cortita, en la universidad mi hermano mayor estudiaba Ingeniería Comercial y tenía un compañero que iba para la casa y me miraba. Una vez le dije ‘ya, salgamos’. Y fuimos a Bellavista, época universitaria, qué sé yo.
“Y el gallo era tan latero, pero tan latero, que esta cuestión nunca me había pasado: yo estaba escuchándolo y me quedé dormida. ¡Dormida! Nunca me había quedado dormida. Y caché cuando se me cayó la cabeza para el lado. Desperté y el gallo no se dio cuenta. Imagínate lo latero del gallo”.