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Raquel Argandoña y su hija Kel Calderón en una imagen de archivo compartida en Instagram hace más de dos años.

«Sí, fue Kel»: hija de Argandoña envió flores a su madre en la clínica tras años totalmente distanciadas

Autor: Glamorama / 27 enero, 2024

«Sí, fue Kel Calderón», confirma a Glamorama una importante fuente sobre el gesto que la hija de Raquel Argandoña tuvo su madre, tras años de una relación quebrada, donde ni siquiera se comunicaron.

La animadora de 66 años publicó desde la clínica donde se encuentra internada la imagen de un amo de flores de tamaño importante. Se trata de un arreglo especial.

Argandoña acompañó la imagen con el mensaje «estoy feliz. Algo que esperaba hace cuatro años. Gracias. Te amo».

Luego, la fuente ya mencionada, la cual prefiere mantener su nombre en reserva, confirmó que el arreglo fue enviado por la egresada de Derecho de 32 años.

La ex Miss Chile 1975 fue sometida a cirugía este miércoles debido a una obstrucción intestinal y luego permanecía conectada a máquinas en la UTI.

«Gracias por sus buenos deseos. Estoy en una recuperación lenta pero creen que pronto estaré con ustedes», comunicó Argandoña este viernes.

A la clínica también llegó su hijo Nano con un ramo de flores.

La familia Argandoña / Calderón se quebró y dividió en agosto de 2020, cuando Nano apuñaló a su padre, el abogado Hernán Calderón.

Tras el delito cometido, Argandoña apoyó de manera incondicional a su hijo. En tanto, la egresada de Leyes se alineó con la defensa de su padre, declaró voluntariamente en dos ocasiones durante la investigación y acusó que “mi mamá junto a la defensa (de Nano) va al departamento de mi papá y lo amenazan y extorsionan”.

En noviembre de 2020 Kel afirmó: “Nunca pensé que mi mamá, por proteger a mi hermano, iba a ser capaz de hacerme tanto daño a mí». La joven cortó relaciones con ella y con Nano.

En 2022 Argandoña confirmó que seguía incomunicada con su hija. En el estelar Podemos Hablar declaró:

“Yo tengo dos hijos. A uno de mis hijos yo me he tratado de acercar mucho, pero llega un minuto en que tú dices ‘basta’. O sea, basta. La persona sabe dónde yo vivo, sabe que, si algo le pasa, un, dos, tres, siempre voy a estar ahí. Lo que necesite lo va a tener.

“Pero yo tampoco puedo seguir mendigando amor ni tampoco cariño. O sea, ya han pasado dos años y, si las cosas no se dan, no se dan. Pero no por eso me voy a quedar llorando todo el día, las 24 horas en mi casa, porque yo tengo derecho también a vivir».