«Nace y el doctor me dice ‘no es recomendable que lo veas’… Pero doy gracias a Dios de haber sido tan enérgica y haberlo visto»: la pérdida de Carola Julio
“Hoy puedo hablarlo sin llorar a moco tendido. Y siento que lo que me pasó quizás me tenía que pasar para hoy ser una mejor mamá», resume Carola Julio antes de soltar unas lágrimas junto a su amiga Kenita Larraín, al relatar la pérdida de su primer hijo, a los siete y medio meses de embarazo, en 2001.
Es un testimonio que la periodista que se hizo conocida en SQP realiza con emoción y con deseos de compartir con quienes hayan pasado por lo mismo, como la misma Kenita, que también sufrió la pérdida de su segundo hijo, en plena pandemia.
La conversación es en un tono de calidez y humanidad y se da en el segundo capítulo de Divina Conexión, el nuevo espacio de Kenita, disponible en el canal YouTube de Agricultura. Es un programa con extremo calor humano y el tono de amabilidad y dulzura de la ex modelo.
Este fue el testimonio de Carola Julio -quien es madre de un niño de 14- sobre la pérdida que sufrió en 2001:
“Me costó mucho ser mamá. Tuve una pérdida súper dura, porque mi embarazo se prolongó hasta los siete meses y medio. Esto fue el 2001. Y yo pierdo esa guagüita.
“Fue complejo en el sentido de que no me quería embarazar. Era un embarazo no buscado. Cuando a uno le dicen que está esperando guagua uno se asusta. Uno dice ‘no estoy preparada. Soy muy chica’. Edad en que no era chica para nada.
“Era niñito. Y en un viaje, porque yo hacía mi vida tan normal que yo creo que ni siquiera estaba tan consciente de que estaba esperando guagua, porque nunca me sentí mal. Yo ando por la vida corriendo, súper hiperactiva, entonces seguía saltando por la calle. Entonces me faltó esa conciencia. Eso fue de lo que más me arrepentí cuando perdí a mi hijo, porque no viví el embarazo.
“Es un duelo con el que uno aprende a vivir. Yo antes no podía hablar de esto. Decía ‘¿por qué genero lástima?’. Más pena me daba. Quería que me pregunten y yo contarles, pero nadie me preguntaba, solo recibía el abrazo de contención, que lo agradezco, pero necesitaba hablarlo.
“Lo único que te ayuda es el tiempo. No fui a ninguna psicóloga. Quizás me equivoqué, porque me quedé mucho tiempo en la casa, porque tenía tanta pena. Finalmente fue el tiempo el que me ayudó a entender lo que me había pasado.
“Cuando llego de ese viaje, me tocaba una ecografía. Me la fui a hacer al día siguiente y ahí me dijeron que mi guagüita estaba muerta y que tenía varios días de fallecida. Yo dije ‘esto es como un sueño… Vea bien, porque no me siento mal’.
“Me acuerdo que había una ventana al frente y yo dije ‘voy a ir corriendo y voy a saltar’. Pensando que era un sueño y hay que despertar, o esta cuestión no la quiero vivir. Esa fue mi primera reacción.
“Llegamos a la clínica y empecé con contracciones porque fue un parto. Me pusieron una epidural. Empecé con contracciones cinco o seis horas. Un dolor… Yo decía ‘¿por qué encima tengo que pasar por esto?’, si ya hay un dolor interno, emocional, el corazón.
“Me dolía todo. Me dolía la vida. ¿Por qué encima tengo que pasar por esto?. Y era un dolor espantoso. Nace y el doctor me dice ‘no es recomendable que lo veas’. ‘¿Cómo?. Yo quiero verlo’. ‘No es bueno. No es sano’. Yo creo que eso debe decidirlo uno.
“Lo vimos con mi mamá y ese fue el minuto de convencerme de lo que me había pasado. Yo vi un rostro dulce, en paz y muy angelical. Y eso me dio… Yo doy gracias a Dios de haber sido tan enérgica y haberlo visto. Ese es mi consuelo.
“Entra una enfermera y me dice ‘¿qué vamos a hacer con el cuerpo?’. O sea, en ese minuto no piensas tampoco en eso. Hay tan poco protocolo, poca empatía, ¿cómo me preguntan esto?
“Hoy puedo hablarlo sin llorar a moco tendido. Y siento que lo que me pasó quizás me tenía que pasar para hoy ser una mejor mamá. Yo creo que es eso (se emociona)”