La cruda e impactante confesión de Pamela Jiles en El Cubo
Este jueves se emitió el segundo capítulo de la nueva temporada de El Cubo. El programa, conducido en off por Diana Massis, quien formula fuertes preguntas a los famosos. Y esta vez fue el turno de Pamela Jiles.
La periodista habló de varias cosas de su vida privada. Sin embargo, lo más impactante fue cuando reveló la cruda y terrible experiencia durante la Dictadura en nuestro país por ser opositora al régimen de Augusto Pinochet. Jiles aseguró que, cuando tenía 15 años, fue secuestrada, sufrió torturas y fue abusada sexualmente.
La panelista de Primer Plano afirmó que este hecho le cambio la vida. Incluso confesó que después de lo que sufrió, adquirió un arma para poder defenderse.“Recuerdo que yo creía que me iban a matar. Que todo el rato creía que el segundo siguiente que venía era que me mataban. Que me ahogaban, que me pegaban, que yo trataba de concentrarme y decir, a ver, voy a tratar de mantener la calma de pensar».
Lea parte del impactante relato de Jiles en El Cubo:
Diana Massis: “Sin embargo, tu compromiso político siguió siempre durante la dictadura, Pamela, y eso tuvo un costo muy caro para ti. Tuviste un episodio de gran violencia: fuiste secuestrada y abusada. ¿Qué edad tenías, Pamela, cuando esto pasó?”
Pamela Jiles: “Estaba próxima a cumplir los 16 años. En realidad tenía 15 años, pero faltaba poquito tiempo. Fue en el verano del año 76”
Massis: “¿Dónde estabas?”
Jiles: “En el momento de los hechos, bueno, yo había sido expulsada del Liceo Manuel de Salas por razones políticas. Entonces había una situación de seguridad muy compleja, que a mí me hacía tener mucho temor de ir al colegio, de pasar cerca del liceo. Sin embargo, un día empecé a tener la sensación de que me seguían adentro de un vehículo. Y para resumirte, en definitiva, al tratar de arrancarme de ese vehículo hice las cosas al revés y me fui acercando al liceo, en vez de alejarme, tratando de ver si era verdad que me seguían o no.
“Finalmente, prácticamente al frente de la puerta de Manuel de Salas, salieron de ese auto un grupo de hombres. Me agarraron, me metieron adentro del auto, me amarraron las manos, me pusieron una capucha gigante, como una especie de saco en el cuerpo. Se sentaron arriba mío y me llevaron golpeándome. Además, era una situación muy asfixiante porque ellos estaban sentados arriba de mi cuerpo, entonces yo no podía respirar con la cabeza tapada. Sentía que me ahogaba y ellos me ahogaban a propósito.
“Ahí vino una situación larga, eterna para mi gusto, que posteriormente, aparentemente, fueron dos días, pero para mí fueron una eternidad, en que recibí todo tipo de tormentos, heridas, suplicios. No intermitentes, porque no paraban. Incluso habían momentos en que algunos salían del auto, pero los otros seguían…”
Massis: “¿Fue siempre en el auto, Pamela?”
Jiles: “Siempre fue en el auto, pero también llegaron a una parte que está establecido, que es un local de un comando en conjunto de José Domingo Cañas, probablemente”
Massis: “¿Recuerdas las voces de estos hombres?”
Jiles: “Sí, perfectamente, como que fuera ahora”
Massis: “¿Recuerdas otras cosas de lo que ocurrió en esos dos días?”
Jiles: “Recuerdo que yo creía que me iban a matar. Que todo el rato creía que el segundo siguiente que venía era que me mataban. Que me ahogaban, que me pegaban, que yo trataba de concentrarme y decir, a ver, ‘voy a tratar de mantener la calma, de pensar’. Por ejemplo decía ‘¿por qué no me preguntan algo?, ¿por qué no me interrogan?’, para tener que darles algo a cambio…”
Massis: “¿No te hablaban, no te preguntaban?”
Jiles: “No, me hablaban, pero me insultaban y me acusaban de cosas. No me decían ‘¿dónde están las armas?’. Un clásico que habría permitido… Me insultaban y me decían que yo era una comunista y todo lo demás, que organizaba un movimiento. Lo mismo por lo que me habían echado del Manuel de Salas. Exactamente las mismas acusaciones, pero de una manera tremendamente más fuerte, más violenta y golpeándome, enterrándome lápices o no sé qué. Y además con el elemento del abuso sexual”
Massis: “¿Cómo viviste el miedo en esos momentos? ¿Qué pasaba por tu cabeza? Aparte de la posibilidad de la muerte”
Jiles: “Siempre yo he pensado que, en realidad, no le debería tener tanto miedo a conectarme. A conectarme bien conectada con esa situación. Porque seguramente después pudiera venir algo bueno también. Pero están difícil en realidad y lo era desde que estaba viviendo la situación porque, por ejemplo, una de las cosas que más me acuerdo, en medio de esa mierda y esa cuestión increíble de creer que te van a matar, y que hay unos tipos que te pueden toquetear y que te pueden aplastar y que te pueden hacer lo que ellos quieren y que eres una basura. No eres nada. De lo que más me acuerdo es de un rayito de sol que me entraba…”
Massis: “¿Por el saco?”
Jiles: “Claro. Me entraba un rayito de sol, no durante todo el tiempo, pero por un momento. Entonces yo trataba de mirar ese rayito, de mirarlo, mirarlo. Quedarme con el rayito”
Massis: “¿Y cómo recibe uno todo eso es su cuerpo, Pamela? Los abusos, los golpes. Cuesta imaginarlo si uno no lo ha vivido, siendo una niña como tú.
Jiles: “Tremendo no más, poh. O sea, yo era una niñita, era una niña… Por un lado, por suerte, yo ya había tenido relaciones sexuales y había tenido una experiencia linda en eso”
Massis: “¿Eso te salvó de, quizás, haber tenido más dificultades en ese ámbito, más adelante?”
Jiles: “O sea, en la Comisión Valech hay 3.600 casos documentados, documentados al detalle, porque la Comisión Valech fue minuciosa en tener pruebas de cada una de las situaciones. Y no hay ninguna situación que haya aceptado la Comisión Valech que no esté absolutamente comprobada como real. 3.600 mujeres torturadas. A eso hay que agregarle las detenidas desaparecidas que por su puesto fueron torturadas. Y las millones de mujeres que no pudieron dar testimonio ante la Comisión Valech, porque estaban en el extranjero, o porque habían muerto. De esas 3.600 mujeres, 3.460 mujeres fueron apremiadas sexualmente”
Massis: “¿Violadas, Pamela?”
Jiles: “Abusadas, violadas. Muchas de ellas, en las casas de torturas, se les metieron ratones en la vagina. Durante muchos, muchos años yo no hablé nunca de esta situación. Primero por la imposibilidad objetiva de hacerlo por lo que te explicaba. Pero además de eso porque no quería entrar a la vida, al mundo, a la profesión, siendo la ‘periodista violada’. ¡Qué terrible! Que uno se tenga que avergonzar de lo que debería avergonzar”
Massis: “Al victimario”
Jiles: “Claro”
Massis: “Y al país”
Jiles: “Y a los que todavía no hacen nada. Porque sabes que es lo peor que yo viví de esto, Diana, como no hay justicia en esto, las personas que te hicieron todo ese daño tremendo pueden estar a la vuelta de la esquina. Andan felices circulando. Capaz que estén en este momento viendo este programa, como buen padre de familia, acostado con la señora al lado. O sea, el drama quizás más profundo de la gente que fuimos torturados en este país, es que los torturadores andan sueltos”.