«Debí haber sido más encantadora, pasearme donde tenía que pasearme, tomarme una copa con quien tenía que tomármela…»: el balance de Eva Gómez tras más de un año cesante
«En mi balance hay dos grandes cosas que han jugado en contra en esta pasada», dice Eva Gómez.
La periodista y animadora de 49 años fue una de las invitadas al último capítulo de Podemos Hablar exhibido por Chilevisión.
En el espacio de conversación conducido por Julián Elfenbein, Gómez se refirió al período que lleva sin trabajo en las comunicaciones.
En diciembre de 2019 la ex anfitriona del Festival de Viña terminó su último contrato televisivo, en La Red, y en 2020 tuvo un breve regreso como jurado en Bailando por un Sueño, en Canal 13, que solo estuvo al aire durante unas semanas debido a la pandemia.
Elfenbein le consultó por el balance que ha realizado tras este tiempo desempleada y Gómez respondió:
«He hecho mi balance. Además que soy muy mala conmigo, no hay nadie que pueda ser más mala conmigo que yo, me las arreglo solita para hundirme. Soy muy dura, muy exigente, muy crítica. Siempre lo he sido.
«En mi balance hay dos grandes cosas que han jugado en contra en esta pasada. Una es un mito que se armó en torno a mí y que no me favoreció y en el que no voy a profundizar, pero que me hizo ver como una mujer dura, fría, inaccesible, hasta déspota.
«Y la otra es que en este afán de tratar de hacer… Tú sabes que (su hija menor) Triana nació en el 2006, tenía hijos más chicos, ahora ya están más grandes, pero en ese entonces no, mi tema era la pega y la casa e hice poco lobby.
«Debí de haber hecho más lobby. Haber estado donde tenía que estar, haber agarrado periodistas y haberlos invitado a desayunos como hacía mucha gente, haber hecho todo lo que sabemos todos.
«Debí haber sido más encantadora, pasearme donde tenía que pasearme, tomarme una copa con quien tenía que tomármela, un café con quien tenía que hacerlo. Pero yo soy bruta, española y en ese momento con una hija chica lo único que quería era trabajar, hacer mi pega bien y llegar a mi casa. Ese siempre ha sido y será mi templo.
«Ahora, si miro para atrás no sé si haría las cosas tan distintas, pero no sería tan tajante en ciertas cosas. Probablemente sí me tomaría un café de repente, aún no queriendo. Pero en ese entonces mis minutos eran súper importantes, era mi familia y era yo, entonces nunca los cedí. Ahí fui muy tozuda. Tenía buenas amigas y que hasta el día de hoy son mis amigas, que me decían ‘pero anda, sonríe un rato y te vas'».