«Tengo cuatro prótesis de titanio y 68 pernos en la espalda…»: la cirugía de diez horas de la hija de Karen Doggenweiler, Fernanda Cornejo
«Tengo cuatro prótesis de titanio y 68 pernos en la espalda. Fue una operación grave… Yo estoy como Thalía: tengo cuatro costillas menos», relata Fernanda Cornejo, la hija mayor de Karen Doggenweiler, de 28 años, Cientista Política que se radicó en Buenos Aires donde trabaja como comentarista en programas políticos.
De niña Fernandita acompañaba a su madre en los programas donde Karen era la figura principal, en TVN. Ahora, dueña de una carrera en la comunicaciones, la joven relató otro aspecto de su vida: la cirugía que le cambió la vida a los 19 años. En Podemos Hablar contó:
«Desde chica fui diagnosticada de escoleosis ideopática… Ideopática es cuando no saben por qué se produce. Empecé con una malformación importante. Después me salió una joroba muy grande acá en la espalda. Esto me lo descubrieron como a los diez años. Y ahí fue ‘te tenemos que operar’. Pero siempre era ‘hay que esperar que se cierre el cartílago del crecimiento’. Entonces lo fuimos chuteando. Estaba en el colegio y me daban unos ahogos… Crisis que duraba como un minuto, y ahí podía respirar.
«Después me empezaron a dar cosas más heavies, a los 17, 18, porque cuando se te mueven las vértebras, se mueven las costillas. Entonces me hicieron una resonancia y vieron que estaba al borde de que se me perforara un pulmón, de tener un daño más importante a nivel de órganos. Me operé a los 19 años. Muy tarde.
«Me tuvieron que operar de urgencia. Es decir, lo planificaron una semana antes porque ya no respiraba. Estaba en cuarto medio. Es impactante, pero de no haberlo hecho la historia podría haber podido ser distinta.
«La recuperación fue durísima, un año. Te levantan rápido, pero tienes que tener un cuidado en la casa. No puedes someterte al frío, o a un lomo de toro incluso. Tengo cuatro prótesis de titanio y 68 pernos en la espalda. Fue una operación grave… Yo estoy como Thalía: tengo cuatro costillas menos.
«La operación iba a durar cinco horas y duró diez horas. Mi mamá me contaba que, con Marcos, se sentaron en la sala de espera y los doctores no les decían nada. Fue heavy.
«No me duele pero, cuando estoy mucho tiempo sentada, se me adormece acá arriba y me suena mucho. Es vivir con una mochila pesada en la espalda, pero ya estoy acostumbrada».