«Me miré hasta el fondo del alma. Ahí me di cuenta que yo estaba herida…»: el testimonio de Paty Maldonado que sacó lágrimas
Las mañanas confesionales que fundó el Mucho Gusto hoy se han transformado también en un espacio que trata de ayudar a la autoestima y empoderamiento de las televidentes de ese horario.
Este lunes el matinal de Mega mostró una actividad que Coté Quintanilla realizó con un grupo de madres que se miraron al espejo para responder que veían allí.
Luego, en el panel, Paty Maldonado siguió la línea de ese ejercicio y contó su propia experiencia. Las palabras de la cantante de 68 años emocionaron hasta las lágrimas a sus compañeros. Este fue parte de su testimonio:
Paty Maldonado: «Cuando tú preguntas cuál es la parte de tu cuerpo que no quieres y la que quieren. Cuando uno dice ‘yo me siento bien, yo fui delgada y hoy día no me importa ser gorda’, como lo practiqué yo, es una mentira, es una falacia.
“Porque uno busca esa alternativa para que no le duela, busca esa defensa de ir a encontrarte con alguien: ‘¿Hola Maldo, cómo estás?’. ‘Aquí estoy, más vieja y más gorda’, antes que la persona te lo diga.
“Entonces es porque necesitas defenderte. Necesitas defenderte porque las personas que no son así lo primero que te dicen es ‘guatona, fea, gorda, vieja’, porque son formas de ofender de alguna forma.
“Cuando empecé a traspasar ese umbral y empecé a ponerme en un peso más decente me di cuenta de todo lo que mentía. Porque cada vez que yo comía y me pegaba esas panzadas que yo me pegaba, después decía ‘¿por qué hice esto?’, ‘¿cuál es la idea?’, ‘si yo quiero salir de este estado’.
“Hasta que un día me vi, pero me vi de verdad, no me vi de mentira. Porque muchas veces en la mañana tú te ves, vas al espejo, te pintas, te arreglas. Haces todo lo que tienes que hacer como mujer, pero no te estás viendo. Incluso cuando te duchas, tú te duchas por inercia y sales.
“Pero ese día yo me miré y me miré hasta el fondo del alma. Ahí me di cuenta que yo estaba herida, que yo tenía pena. Tenía mucha pena de verme así. ¿Por qué lo hacía?, ¿cuál era la idea?. Tengo algunos cálculos de por qué yo hacía eso.
“¿Por qué me cansé de hacer dieta? ¿Porqué me cansé de tomar anfetaminas? ¿Por qué me cansé de comer un huevo duro durante 30 años? Yo creo que fue cansancio de querer ser delgada todos los días. Hasta que dije ‘quiero vivir’, el problema es que elegí un momento malo…
“Tampoco los hijos son capaces de decir, tampoco el marido tiene la capacidad de decirte ‘qué linda que estás’. Es como un caballo de carreras: ‘No importa, mi mamá corre para delante, no hay problema’.
“Qué rico el tener que decirle a tu vieja ‘mamá, ¿sabes qué? ¡Pucha que eres linda veterana!’. O pucha, al papá también, si hay muchos hombres que se sacan la mugre.
“¿Cuántas mujeres se quedaron en el tiempo sin recibir esa mano, ese cariño?. Ese decir ‘mamá, no me importa que tengas kilos de más, pero estás preciosa para mí’. Eso es un tremendo estímulo para una mujer, para una mamá, para una abuela, para una tía, para una hermana, si hay muchas mujeres que crían a sus hermanos.
«De repente yo llegué aquí una vez, llegué con pena. Me sentí sola y me estacioné. No sé si estaba Viñuela aquí. Me bajó un día. Me estaciono aquí en Seminario y me baja la pena y lloré, lloré, lloré. No paré nunca de llorar. Y fíjate que la gente pasaba por el lado y sabía que era yo, pero nadie tocó la puerta, para no interrumpir. Me sentía sola. ¿Y saben lo más terrible que me pasó ese día? Tuve la necesidad de ver a mis padres, y yo vieja. Eso me pasó hace tres años atrás.
«Yo decía ‘que ganas de tener a mi mamá, qué ganas de tener a mi viejo con su palabra sabia’. Mi mamá con su mano cálida. Que me dijeran que me querían, a pesar de los años. Me sentí sola. Yo creo que a muchos nos pasa eso, a pesar de que tengamos hijos, que tengamos marido, que tengamos familia, que tengamos un entorno, que tengamos este trabajo.
«Ojo, muchas veces nos pasa. Al trabajar, trabajar, trabajar, yo me sentí sola ese día. Lloré más de lo que… Yo no lloro, ustedes saben que a mí me cuesta muchísimo llorar. Pero ese día no me importó. ‘¿Para qué tanto? ¿Para qué me saco la cresta tanto? ¿Cuál es la idea? ¿Qué es lo que quiero?’. Te estoy hablando hace poco tiempo atrás. Y lloré lo que tenía que llorar. Era lo que necesitaba en ese momento, de verdad.
“Yo no soy de cementerio, yo no practico esas cosas, pero el otro día fui. Me senté en la orillita de mi mamá, de mi papá. ‘No sé por qué estoy aquí’, le dije a mi mamá y a mi papá. ‘No tengo idea por qué estoy aquí, mamá, no cacho el mote… Pero quiero decirles que yo fui muy feliz cuando niña, y fui muy feliz como adolescente. Pero hoy estoy extraña y quiero estar con ustedes’.
“¿Cuántas mujeres a lo mejor han pasado por lo mismo? ¿Cuántas han querido estar con su mamá y no está la mamá, no está el papá? Por eso yo le doy un consejo a los hijos, a los nietos: a mí me encanta que mis nietos me digan que me aman. No te puedes imaginar la felicidad que me da» –MIRE AQUI EL VIDEO-.