“¡Te estai joteando a mi polola!»: la agresión anterior a su padre, apuntándolo y disparando a un espejo, que marca formalización de Nano Calderón
Un hecho clave en la querella de Hernán Calderón contra su hijo Nano por parricidio en grado de frustrado, amenazas condicionales y no condicionales, daños y lesiones, fue la existencia de otros violentos episodios en que el joven de 23 años llegó al departamento de su padre para agredirlo.
Uno de ellos, según se citó este martes en la formalización, fue el que ocurrió el pasado viernes 5 de junio, a las 17 horas, y donde el hijo de Raquel Argandoña apuntó con un arma a su papá y luego disparó hacia un espejo.
Este es el relato de ese episodio que el abogado de 67 años efectúa en la querella:
«Se dirigió hacia mi dormitorio, mientras yo tomaba un baño de tina. En esas circunstancias me dice mi hijo ‘oye necesito hablar contigo’, a lo que le pedí me dejara terminar el baño, respondiendo el imputado ‘no weón, tengo que hablar contigo ahora’, haciendo ingreso el querellado al baño del dormitorio enfrentándome en esa condición.
«Se encontraba como otras veces en un evidente estado de descontrol, me grita “¡weón te estai joteando a mi polola! ¡Qué mierda le dijiste el otro día en el ascensor!’, al mismo tiempo que sacaba una de sus pistolas de su espalda enfrentándome mientras yo intentaba salir de la tina y cubrirme el cuerpo con una toalla.
«El querellado, arma de fuego en mano, me grita ‘¡te voy a matar weón, maldito concha de tu madre, te voy a matatar!’, a lo que respondí ‘tú estás loco, soy tu padre, tengo 67 años y tu mujer tiene 29 años! ¡Cómo piensas eso, estás cagado de la cabeza!’.
«En esas circunstancias, me miró fijamente a los ojos con el rostro desfigurado, que ya en tantas ocasiones me había tocado presenciar, apuntando la boca del arma hacia mi pecho diciendo ‘¡vai a ver weón ahora te voy a matar!’. A lo que ya asumiendo su locura y lo inevitable de la situación respondí ‘¡sabes qué más, dispara, maricón, dispara!’, entendiendo que estaba absolutamente fuera de sí, y que no pensaría en lo absurdo de su conducta.
«Me acerqué a mi hijo, él presionó fuertemente su arma contra mi pecho y gritó ‘¡te voy a pegar el balazo!’. Miró hacia el interior de la pieza, luego nuevamente a mi, con actitud de apretar el gatillo, alistándose a disparar, y en el último momento giró el arma hacia la izquierda, jalando del gatillo, impactando el disparo en el espejo del velador del dormitorio.
«Conozco a mi hijo, lo he visto en diversas facetas de su vida, jamás pensé que pudiera hacer algo como lo que he narrado. De estos hechos no quise hacer denuncia por no perjudicar a mi hijo y su carrera. Hoy me doy cuenta que debí accionar inmediatamente, pese a que tenía todas las evidencias físicas e incluso testigo, dado que se encontraba en el departamento mi asesora del hogar, quien escuchó todo lo relatado y pensó que mi hijo me había asesinado».
Calderón Salinas cuenta otro incidente, al día siguiente, en el cual su hijo le exigió el depósito inmediato de más de once millones de pesos, lo agredió nuevamente y realizó destrozos de trajes de vestir, cuadros, lámparas y otros muebles y adornos en el departamento de su padre.