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Priscillla Vargas en una foto que compartió en su instagram @pri.vargas.a en febrero de 2020.

Priscilla Vargas motoquera de corazón: “He llegado incluso a esconderme el pelo, porque si se dan cuenta que soy mujer… ‘Molestemos a esta mina que va en moto’»

Autor: Equipo Glamorama / 22 septiembre, 2020

“A mí me empezaron a gustar las motos a los 13 años. Y yo creo que fue un poco para diferenciarme de mis compañeritas de colegio, porque iba en un curso de puras mujeres y me empecé a interiorizar en las motos. Yo hablaba un idioma que ellas no entendían y lo encontré genial», cuenta Priscilla Vargas.

La figura de Meganoticias se contactó con el espacio MT Live, conducido por la periodista Romina Cannoni y que se emite en vivo, los lunes a las 19 horas, por el Facebook de Motores de La Tercera, instagram @mtlatercera y LaTercera.com

Vargas se refirió a su pasión por la motos comenzó desde los 13 años y cómo fue evolucionando. Estas fueron parte de sus palabras:

“Me empezó a gustar mucho la moto que, en ese tiempo, cuando era chica, estaba muy de moda, que era la Honda XR250. Tenía la pieza empapelada de esas fotos de la Honda 250, llevaba cuadernitos al colegio, como diarios de vida con las fotitos de la moto, hasta que a los 18 años mi papá me compró la moto. Es que yo lo hinché, lo hinché mucho.

«Nosotras somos cuatro mujeres, entonces no era como ‘que al hijo hombre le compre la moto’. Él andaba en moto, no motoquero, pero su medio de transporte era la moto cuando pololeaba con mi mamá, cuando se casaron recién embarazada. De verdad eran muy irresponsables (ríe).

“Y me llegó la moto. Para él era muy normal que de joven me llegara la moto. En ese tiempo te compró la moto y con suerte el casco, porque de verdad ha cambiado eso de la responsabilidad de equiparse, usar casco. Y de ahí partimos todas. Todas  las hermanas aprendimos a andar en moto. A la más chica le compraron una moto de cuatro ruedas. Pero las tres mayores en moto.

“Yo empecé a andar en moto de calle ahora en febrero, porque siempre andaba en el cerro. Esa fue la condición cuando me regalaron la moto, me dijeron ‘no se te ocurra andar en la calle porque te vas a morir’. Yo solo andaba en el cerro y el campo y a los 40 años dije ‘¿por qué me voy a morir? Yo quiero una moto de calle’. Recién.

“Tengo una usada, es del 2014, y encontrar una moto así cuesta porque la gente se enamora de sus motos y ahora entiendo a las personas que coleccionan motos, porque no las venden. Son sus joyitas. Yo se la compré a un profesor que hacía clases en un preuniversitario y se fue a vivir a Canadá, entonces tuvo que deshacerse de todo.

“Cuando fuimos a hacer la transferencia a la notaría él no podía creer que la moto era para mí y no para mi marido. Yo decía ‘si a mi marido yo lo llevo en la moto’. Y era divertido, estaba fascinado que la moto quedara en buenas manos. Estaba chocho.

«A mi marido, cuando llegué con la moto, le dije ‘¿querí subirte a la moto?’, porque igual le enseñé a andar en la otra moto, en la enduro. ‘No, no me atrevo porque es muy grande. Prefiero que me lleves’. Y todavía no anda en moto…

“A mí me pasa algo que es muy divertido y es parte de la cultura del chileno. Cuando uno va manejando y se pone un hombre al lado que no soporta que una mujer arranque primero, por ejemplo, en el semáforo. Imagínate una mujer en moto, porque voy en moto y en el semáforo se me ponen todos los motociclistas al lado, así como que ‘¡ahhh!’, como quién parte primero y yo como diciendo ‘no estoy haciendo carreras’. Es terrible.

“He llegado incluso a esconderme el pelo. Me pongo la chaqueta, me escondo el pelo, porque si ando en moto con el pelo suelto y se dan cuenta que soy mujer, porque igual paso súper piola con el caso y la chaqueta, sabes que los autos me apuran o me hacen encerronas. Ahí yo digo, por decirlo en palabras decentes, ‘molestemos a esta mina que va en moto’. Es absurdo. Pero me pasa bien seguido. Una cultura de los hombres. Más respeto, por favor. Hay que respetar a las mujeres que andan en moto”.