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Marco Antonio López, Parived, y Tonka Tomicic en un evento en 2012. Bombo Fica en el Festival del Huaso de Olmué. FOTOS: AGENCIA UNO

«¡Y se fue con el reloj que le compré a Parived…!»: la talla de Bombo Fica en medio de un de sus cuentos en Olmué

Autor: Equipo Glamorama / 23 enero, 2023

Parived, el marido de Tonka Tomicic cuyo nombre es Marco Antonio López, fue el único personaje conocido que nombró Bombo Fica en su rutina de una hora en la última noche del Festival del Huaso de Olmué.

La presentación fue la única de los cuatro humoristas que estuvieron en el certamen que incluyó, en la obertura y cierre, elementos del espectáculo como bailarinas y un cantante. Marcó un peak de 27 puntos y las risas y aplausos fueron una constante.

En tanto, este fue el cuento de Bombo Fica que, hacia su final, incluye una muy breve alusión a Parived y el caso relojes de lujo:

“Así que fui a retirar mi 10%, fui al banco. Había una fila larga, estábamos con protocolo covid, diez centímetros… Llegaron los del Seremi webiando, llegaron con una regla, ‘es que tiene que haber un metro’, webiaban en ese tiempo. ‘Córrete pa’ allá, ¡te voy a tirarte alcohol en la cara!’ y la weá.

“Y el que estaba atrás mío lo enfrentó: ‘¡Oye que webean con el protocolo covid! En Santiago en el Metro andan todos amontonados, en las micros, en los mall, en los supermercados, y aquí vienes a webiar con el protocolo covid!’. Yo dije ‘esa voz la conozco’. Claro que el personaje que estaba atrás no tenía ná que ver con el amigo que yo me acordaba.

“De partida tenía una patita de palo, en esta mano tenía un garfio acerado, le faltaba un ojo, tenía un parche y con las mascarillas era re poco lo que se podía identificar de él. Pero yo soy porfiado, yo dije ‘a este weón lo conozco’. Le busqué conversación, le dije ‘amigo no se amargue, tome la vida con humor, siempre es preferible ver el vaso más lleno que vacío’.

“Me miró y me dijo ‘¡Bombo Fica! ¡Soy yo, weón, tu amigo el Manrique’. Se baja la mascarilla y le digo ‘¡Manrique! Puta que estás cambiado, ¿qué te pasó?’. ‘El coronavirus poh weón’. ‘Perdón, yo entiendo que el coronavirus ataca el aparato respiratorio, bronquios, pulmones… Y a ti te falta una pata, una mano y un ojo, ¿qué tiene que ver el coronavirus?’.

“Me dijo ‘el daño colateral’. ‘¿Cómo es eso?’. ‘Yo te voy a explicar: cuando empezó esto del coronavirus yo tenía una empresa con mi hermano’. ‘Tu hermano, ¿el weón malo ese?’. ‘Sí, malo’. ‘¿Y sigue malo?’. ‘No me digas nada, en una pelea en el barrio tiempo atrás mató a tres personas, después en la reconstitución mató a tres personas más. Está preso’.

“‘Ah, que pena’. ‘Pero ahora lo indultaron, está en la casa…’. ‘Como no teníamos pega, yo no hallaba qué hacer y justo me encontré con un amigo que no lo veía hace tiempo y trabajaba en estos barcos factoría, pesca por arrastre, me dice ‘compadrito estamos necesitando personal en el barco’.

“‘Yo le dije ‘yo no sé nada de eso’. ‘No. Si estamos recibiendo a cualquier weón, vamos nomás’. Quedé altiro contratado. Me fui mar adentro. La primera semana maravillosos los atardeceres, el sol muriendo en el mar, unos paisajes preciosos. Pero la segunda semana nos agarró un temporal.

“Parecía que el barco se iba a dar vuelta, yo me asomo a mirar a la cubierta, viene una ola y me pega un charchazo, caigo al mar y mis compañeros empiezan a gritar ‘¡cayó el Manrique!’. Y empezaron a tirarme weás para salvarme. Un weón que me tenía mala me tiró un ancla, pero yo no agarre la weá…

“Otro me tiró un cordel, me amarró con el cordel, voy subiendo, viene un tiburón y me agarra la pata. Me pongo a pelear con el weón, ‘¡suéltame la pata!’. Y me corta la pata y se la lleva. Y yo lo que más sentía era que los calcetines eran nuevos… Me hicieron un torniquete y yo lloraba, ‘mi patita, mi patita’.

“Y como habíamos oficios laborales de todas las artes en ese barco, había uno que era carpintero artesano en madera, se para y me dijo ‘compadrito, no se aflija por su desgracia. Ando con mis herramientas y le voy a tallar una patita de palo maravillosa, ni se va a acordar de la otra weá de pata. Eso sí, todos los años va a tener que tirarle un líquido para la termita, porque esa weá es grave’’

“‘Me hizo esta patita de malo. Mira’. Le dije ‘que historia más hermosa de superación’. ‘Sí, pero el daño colateral, porque si no hubiera sido por esta pandemia yo no me hubiera caído al mar. Si no me hubiera caído la mar, el tiburón no me habría cortado la pata. Daño colateral’. ‘Ah… ¿Y la mano?’.

“‘Bueno, llevábamos seis meses, ya íbamos con destino a China a dejar una mercadería. Me acuerdo ese día, una tranquilidad que había en el mar, era una taza de leche, estábamos relajados y no aparecen dos barcos piratas tailandeses y nos hacen un portonazo marino. Se pone un barco adelante, el otro atrás y saltan a quitarnos la mercadería.

“‘Empezamos a defendernos. De repente viene un pirata a cortarle la cabeza a mi compadre el carpintero, el que me había hecho la patita. Y yo en un acto de valentía, en un arrojo de heroísmo, salto, le pongo la mano y le digo ‘¡mi compadre carpintero no!’. Cáchate la weá que hice. Cuando tenía la mano ahí me di cuenta, viene el pirata y me la corta con el sable.

“La mano cae al mar, pero antes de caer, le hizo así y cayó. Y yo, al ver mi mano como caía, gritaba ‘¡mi mano, mi mano! ¡Y se fue con el reloj que le compré a Parived! ¡Mi mano!…’”. (El cuento continúa)